Por qué Al Asad no se echará atrás

Leoncio gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

22 oct 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Se conoce el efecto que ha tenido la muerte violenta de Gadafi entre quienes se oponen a los dictadores árabes que quedan en pie. Fue una inyección de esperanza que levantó su moral animándolos a redoblar las protestas. Pero ¿cuál será la reacción de los tiranos de Siria o de Yemen? ¿Se echarán atrás tras haber importado el modelo del coronel libio, consistente en responder a las demandas de sus pueblos con baños de sangre, y comprobarse que ha sido un fracaso?

La teoría indica que la expectativa de un destino personal y familiar violento en caso de perder el poder, como el que acaba de padecer Gadafi, proporciona a los dictadores un incentivo prácticamente irresistible para desplegar la fuerza con el fin de mantenerse al frente del Estado. Ese estímulo universal puede verse reforzado por dos hechos relevantes en el caso de Siria. Para Al Asad se ha hecho tarde. Cualquier cambio que emprenda para introducir reformas se vería como un signo de debilidad que se encontraría con el rechazo de sus detractores y con la resistencia de los sectores de su régimen más comprometidos con la represión. Por tanto, los costes serían elevados pero los beneficios no estarían garantizados.

Hay un hecho a mayores que también tendrán en cuenta quienes lo aconsejan. La victoria de los rebeldes en Libia no se puede desgajar de una intervención de la OTAN que claramente ha ido más allá del mandato de proteger autorizado por la ONU. Concebida para impedir derramamientos de sangre de civiles, la misión aliada resultó ser en realidad un elemento desequilibrante que doblegó al Ejército de Gadafi y decantó la guerra en su contra.

Sin embargo, el veto de Rusia y de China en el Consejo de Seguridad abortó el intento de aprobar resoluciones de condena contra el régimen de Damasco, lo que hace inviable una operación aliada como la que se produjo en Libia. Por monstruosa que sea la persecución de los opositores, no recibirá como castigo la visita de los bombarderos occidentales.

Todo ello prefigura un horizonte especialmente dramático porque los opositores saben ahora que, por bien implantadas que estén, todas las dictaduras tienen un fin. Por su parte, quienes reinan en Siria no escatimarán en medios para que lo que han visto en Libia no se consume en su país. Podemos estar en las vísperas de un invierno muy duro.