La peor herencia internacional

INTERNACIONAL

Bush deja a Obama la peor herencia internacional de los últimos 40 años

20 ene 2009 . Actualizado a las 16:34 h.

El legado del «liderazgo catastrófico y la política del miedo» de George W. Bush -como lo denomina Zbigniew Brzezinski, uno de los más preclaros analistas de EE.?UU.- es devastador. Tanto que no resulta exagerado que se le considere por muchos, entre ellos prestigiosos académicos, el peor presidente estadounidense de la historia. Barack Obama hereda dentro de ocho días la más grave situación mundial desde que Richard Nixon asumió el poder en 1968. Al final de su desastrosa presidencia es difícil encontrar alguna zona del mundo donde la posición de Estados Unidos haya mejorado.

La herencia que deja resumida es, sin embargo, extensa: dos guerras abiertas y muy lejos de ser ganadas, Afganistán e Irak; el conflicto israelo-palestino, que Bush dijo que resolvería, recrudecido con la brutal ofensiva del Ejército israelí sobre Gaza ante la pasividad de Washington; Irán en camino de tener la bomba atómica; Pakistán, que ya posee el arma más mortífera y es un nido de terroristas, más inestable y potencialmente explosivo; relaciones difíciles con una cada vez más desafiante Rusia, que no duda en cortar el gas a media Europa y en invadir Georgia; China convertida en competidora no solo económica sino también geoestratégica; fractura preocupante con sus aliados europeos; y una América Latina donde han prosperado los Gobiernos populistas y antiamericanos liderados por Hugo Chávez.

Bush, alentado por sus acólitos neocón repitió que en Irak se instalaría un régimen democrático que serviría como ejemplo en Oriente Medio y, posteriormente, de todo el mundo islámico. Mientras, mantenía a la teocracia medieval saudí y a la dictadura egipcia como sus aliados principales en la zona y situaba en «el eje del mal» a Irak, Irán y Corea del Norte.

Aunque la situación ha mejorado en los últimos tiempos, Irak es un país destrozado, donde se ha instalado Al Qaida y los atentados suicidas siguen haciendo estragos, bajo la amenaza larvada de una guerra civil entre suníes y chiíes y con un Gobierno sometido al ocupante. Y no habido ningún avance democrático en la zona.

Espectacular desprestigio

A todo ello, hay que añadir el espectacular desprestigio internacional de EE.?UU., simbolizado en las siniestras prisiones de Abu Ghraib y Guantánamo, la práctica sistemática de la tortura -admitida por el vicepresidente Cheney- y los vuelos de la CIA. Esto ha inflamado el odio contra el imperio americano en el mundo islámico hasta límites desconocidos, proporcionado argumentos a Al Qaida y potenciado a las organizaciones islamistas radicales, como Hamás o Hezbolá, cada vez más populares. Sin olvidar el retroceso de las libertades civiles en propio suelo estadounidense desde la aprobación a toda prisa, tras el 11-S, de la Ley Patriótica.

Para colmo de males, siete años después el máximo responsable de los macroatentados del 11-S, Osama Bin Laden, continúa sin ser capturado y Al Qaida y sus franquicias locales siguen siendo una amenaza letal, como han demostrado en Bombay y antes en Londres o Madrid. Bush puede hacer valer que desde el 11-S su país no ha vuelto a sufrir ningún atentado terrorista en su propio territorio y que un tirano sanguinario como Sadam ha sido derrocado. En todo caso, el coste ha sido altísimo en vidas humanas, económico y geopolítico.