Regreso al Campo de los Mirlos

Miguel A. Murado

INTERNACIONAL

Veinte años después de que Milosevic incendiara en ese lugar los Balcanes, Kosovo se encamina a su independencia

18 nov 2007 . Actualizado a las 02:08 h.

Ya solo falta el acto final de un drama que comenzó precisamente en Kosovo, en el Campo de los Mirlos. Es aquí donde, hace veinte años Slobodan Milosevic, el burócrata comunista reconvertido en populista, pronunció un discurso que fue la primera escaramuza de la interminable serie de las guerras balcánicas de los noventa. Había habido disturbios en Kosovo entre la minoría serbia y la mayoría albanesa, y Milosevic garantizó a los serbios que Belgrado mantendría a los albaneses bajo la bota del Ejército. Lo hizo, y el resultado fue un régimen de segregación que duró hasta que en 1999 la OTAN invadió Kosovo y estableció un protectorado que dura hasta hoy, pero que está a punto de acabar.

Aquel día lejano de hace veinte años Milosevic no estaba solo. Había elegido conjurar en su discurso los fantasmas del pasado. Allí, en el Campo de los Mirlos, era donde el 28 de junio de 1389 había tenido lugar la batalla de Kosovo Polje, que los serbios consideran su gran mito fundacional. Como todos esos mitos, tiene mucho de leyenda, pero era cierto que allí habían caído luchando contra los turcos el príncipe Lazar y sus soldados ortodoxos.

Milosevic invocó aquella sangre en su discurso, en medio de un viento helado que resultó ser el comienzo de la tempestad que se desató primero sobre Eslovenia, luego sobre Croacia y después sobre Bosnia para volver precisamente a Kosovo en 1999 y terminar arrastrando al propio Milosevic al último de sus crímenes, que fue su suicidio.

Último acto

Falta el último acto, que será la independencia de Kosovo. La comunidad internacional ha estado diciendo durante casi diez años que no la permitiría, pero es inevitable. Las fuerzas de paz están hartas de esta misión interminable y la separación del país es ya un hecho. La frontera ha surgido como surgen tantas fronteras: a base de intentar evitarlas a toda costa?

Las elecciones de ayer no son más que un pulso entre los dos partidos albanokosovares por ver quién pilotará el proceso. El Partido Democrático (PDK) iba por delante en las encuestas y su líder Hashim Tachi tiene la confianza de Washington, que lo considera el único que puede mantener el orden en lo que no es sino el brazo político de la antigua guerrilla del UCK.

Tanto el PDK como sus rivales de la Liga Democrática (LDK) dan por hecha la independencia. En cuanto a los serbios, los únicos que se oponen a ella, son pocos y han recibido la consigna de Belgrado de no votar para no «dar legitimidad» al Gobierno que, llegado diciembre, y si no hay acuerdo (que no lo habrá) declarará la soberanía de Kosovo.

Se cree que ya está apalabrado el reconocimiento de Gran Bretaña, posiblemente el de Alemania y quizá el de Estados Unidos. Serbia, el país paria de Europa, nada podrá hacer para impedirlo, ni siquiera con la ayuda de Rusia, que aprovechará para hacer pagar algún precio diplomático, pero nada más.

El viento helado que nació aquel día en el Campo de los Mirlos ha vuelto a su punto de partida, como un genio furioso que regresa a la botella. Desgraciadamente, por el camino ha dejado más de 200.000 muertos.