Bush utiliza al «rey David» Petraeus como paraguas

INTERNACIONAL

El presidente sigue la estrategia del ambicioso y brillante general para Irak

16 sep 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

En 1967 el presidente Lyndon B. Johnson acudió al general William Westmoreland para vender la pesadilla de Vietnam. El militar compareció ante el Congreso y los medios de comunicación y acuñó una frase más que optimista que se demostraría dramáticamente falsa: «Se comienza a ver el final del túnel». Cuarenta años después, George Bush se ha resguardado bajo el paraguas de David H. Petraeus para tratar de salvar la cara ante el desastre iraquí.

Convertido en una estrella mediática, el general de cuatro estrellas, comandante de las tropas en Irak, compareció esta semana durante 15 horas ante las dos Cámaras del Congreso, pertrechado con sus numerosas medallas y condecoraciones. Era el momento culminante de su estelar carrera. Su mensaje, en sintonía con la Casa Blanca, fue: las cosas mejoran en Irak, sólo podrán retirarse 30.000 de los 168.000 soldados antes del próximo verano y una salida prematura de Irak tendría «consecuencias devastadoras».

Inmediatamente después de su comparecencia, Bush aparecía en televisión para respaldar esa estrategia y anunciar que la presencia de EE.?UU. en Irak seguirá después de que acabe su presidencia. Una herencia envenenada a su sucesor.

Las últimas encuestas explican por qué Bush ha recurrido al general. La de Gallup para el USA Today señala que el 63% de los estadounidenses confían en las recomendaciones de Petraeus sobre Irak, por sólo el 38% en las de Bush. La de The New York Times y la CBS muestra que apenas el 5% creen en Bush para ganar en Irak, frente a un 68% en los jefes militares.

Como un entrenador

Bush conoce la popularidad de Petraeus y lo suele citar en sus discursos para corroborar sus argumentos. Lo ha llegado a comparar con un entrenador de fútbol americano capaz de dar la vuelta a los partidos perdidos. Pero el general ya pasó un momento de apuro cuando un veterano senador republicano, John Warner, le preguntó si la estrategia en Irak haría a EE.?UU. más seguro. «La verdad es que no lo sé», respondió honestamente.

¿Quién es este hombre al que, según escribe Tom Engelhardt en The Nation, la prensa ha dado un «tratamiento de famoso, entre un césar conquistador y el Paris Hilton de los generales? «Es el hombre más competitivo del planeta», lo define un antiguo ayudante. Hijo de un marino holandés que se refugió en Nueva York tras la Segunda Guerra Mundial, Petraeus, de 54 años, es uno de los más destacados intelectuales del Ejército, con un doctorado en Relaciones Internacionales por Princeton, que completó su formación militar en West Point.

Sus detractores lo consideran arrogante, muy ambicioso y proclive a exagerar sus logros. Su intensidad, inteligencia y competitividad le valieron el apodo de rey David. Sus partidarios creen que es un nuevo estilo de general para un nuevo tipo de guerra, en la que las batallas se pueden ganar por superioridad tecnológica y capacidad de fuego, pero las verdaderas victorias se consiguen con pacificación y política. Para ellos, es la última esperanza para ganar en Irak.