Los trabajadores chilenos protagonizaron ayer la primera manifestación que afronta el Gobierno de Michelle Bachelet. La protesta callejera en rechazo del modelo económico y la desigualdad social, que incluyó la realización de cuatro marchas en puntos neurálgicos de la capital chilena durante el día, derivó en hechos de violencia y acabó con al menos 100 detenidos.
Durante la madrugada de ayer, los grupos de manifestantes levantaron barricadas en diferentes barrios de la periferia de Santiago de Chile, diseminaron bolas de clavos, lanzaron cadenas al tendido eléctrico, y dispararon con armas de fabricación artesanal. Además, los taxistas bloquearon varias avenidas y cruces importantes de la ciudad.
Los chilenos protagonizaron enfrentamientos con piedras y palos, y detenciones masivas en esta protesta convocada hace un mes bajo el lema «No al neoliberalismo», para demandar reformas laborales y equidad salarial, por la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), que sostuvo que la de ayer sería la mayor protesta desde la dictadura de Augusto Pinochet.
Los manifestantes fueron dispersados por la policía montada, por camiones lanza-agua y con gases lacrimógenos, para impedir su paso por la Alameda Bernardo O'Higgins, la principal arteria de la ciudad. Hasta el mediodía detuvieron a 87 personas y se registraron algunos lesionados, como el senador socialista Alejandro Navarro, que fue golpeado en la cabeza por un carabinero.
El origen de esta revuelta se encuentra en el fracaso de las negociaciones entre el líder de la CUT, Arturo Martínez, y el Gobierno de Michelle Bachelet, ambos del partido socialista. Varios dirigentes socialistas se sumaron a la jornada de movilización a pesar de ser integrantes del Gobierno chileno.
Ricardo Lagos Weber, el portavoz del Ejecutivo, consideró que la protesta no era contra el Gobierno sino para exigir que se avance más rápido con las reformas.