El G-8 condona 33.000 millones de deuda de 18 países pobres

Imanol Allende CORRESPONSAL | LONDRES

INTERNACIONAL

MATHEW FEARN

La medida pactada en Londres se podría extender en breve a otros nueve territorios La medida afecta al Banco Mundial, el FMI y el Fondo para el Desarrollo de África

11 jun 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

«No es tiempo para la timidez, sino para la osadía», con esas palabras justificaba el ministro de Economía del Reino Unido, Gordon Brown, el «histórico acuerdo» alcanzado ayer en Londres por los miembros del G-8 -los siete países más ricos del mundo (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido) y Rusia-. Los representantes financieros reunidos en la capital británica acordaron condonar el total de la deuda de 18 países del Tercer Mundo, por valor de 33.000 millones de euros. La gran mayoría de los beneficiarios se sitúan en el continente africano -Benin, Burkina Faso, Etiopía, Ghana, Guayana, Madagascar, Malí, Mauritania, Mozambique, Níger, Ruanda, Senegal, Tanzania, Uganda y Zambia- y a ellos se suman Bolivia, Honduras y Nicaragua. Posteriormente, según explicó el propio Brown, la medida alcanzaría a otros nueve países que se encuentran en la fase de cierre del programa para Países Pobres Altamente Endeudados (HIPC, por sus siglas en inglés). El objetivo a lograr a largo plazo es que la iniciativa concluya con la condonación de la deuda de un total de 38 países, por un montante total de 45.400 millones de euros. Las instituciones acreedoras son el Banco Mundial (36.300 millones), el Fondo Monetario Internacional ( 5.000 millones) y el Fondo para el Desarrollo de Africa (4.100 millones). El FMI estudiará la cancelación de la deuda con sus propios recursos, tras rechazarse la propuesta británica de venta de sus reservas de oro. Un acuerdo anunciado En realidad, lo de ayer fue la consecución de un pacto anunciado. El paso más difícil se había dado ya el viernes, cuando el primer ministro británico, Tony Blair, llegó a un acuerdo con el presidente de Estados Unidos, George Bush, para el apoyo de Washington a la condonación. Para ello, Blair tuvo que renunciar al sistema defendido por su Gobierno para llevar a cabo la iniciativa. En un principio, el Reino Unido quería que el dinero condonado fuera inyectado por los países más ricos a las organizaciones financieras prestamistas, lo que Bush rechazó, abogando sencillamente por olvidarse de este capital ya perdido y que jamás podría ser recuperado ante la falta de progreso económico de los países más pobres. Lo que sí acordó finalmente el G-8 es compensar a las instituciones financieras por estos fondos perdidos y asegurar que esta amnistía financiera no va a afectar a futuras subvenciones. Pero la laxitud de los planes de aumento del presupuesto de ayuda contra la pobreza y la duda sobre si la mayoría de las partidas para la cancelación de la deuda provendrán de la ayuda ya existente hace temer una descapitalización del Banco Mundial. Por su parte, las oenegés que buscan la eliminación de la pobreza en el mundo daban la bienvenida a la decisión, aunque con reticencias. Romilly Greenhill, de ActionAid, recordaba que «la iniciativa es muy buena, pero poco hará para ayudar a los millones de habitantes de otros 40 países que también necesitan que se les condone la deuda internacional al cien por cien».