JUAN ANTONIO SANZ CRÓNICA A los diez años del fin de la URSS, Rusia está cada vez más cerca de Occidente
08 dic 2001 . Actualizado a las 06:00 h.USIA conmemoró ayer el décimo aniversario del fin de la Unión Soviética con el mayor acercamiento a Occidente de todos los tiempos. «Nunca en la historia de la humanidad una potencia se desintegró de manera tan rápida y total como lo hizo la URSS», señalaba ayer Viacheslav Nikónov, presidente del fondo académico Politika, en una entrevista con el canal TV6. El documento firmado el 8 de diciembre de 1991 en la residencia de caza Viskuli, en el bosque bielorruso de Bielovezhi, puso fin a meses de declaraciones unilaterales de independencia y de incertidumbres sobre el futuro del agonizante coloso soviético. Quienes en Viskuli desafiaron al líder soviético, Mijail Gorbachov, y firmaron el deceso de la URSS fueron los entonces presidentes de Rusia, Boris Yeltsin; de Ucrania, Leonid Kravchuk, y del Soviet Supremo de Bielorrusia, Stanislav Shushkiévich. Los tres políticos firmaron un documento que acordaba la formación de la Comunidad de Estados Independientes y constataba que «la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas dejaba de existir como sujeto de derecho internacional y como realidad geopolítica». Ninguno de los firmantes imaginó el alcance de su decisión. Diez años después, tres de las repúblicas ex-soviéticas -las bálticas Lituania, Letonia y Estonia- se preparan para entrar en la OTAN, Estados Unidos campa a sus anchas por Asia Central, Washington y Moscú se ponen de acuerdo en defensa estratégica y los rusos vuelven a Afganistán. En vísperas del aniversario, Rusia, heredera de facto de la URSS, y la OTAN -su enemigo hace una década- acordaban el viernes crear un nuevo órgano que permitirá tomar decisiones conjuntas, mientras el Kremlin sonreía a los rumores de una eventual adhesión rusa a la Alianza. El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, realiza una gira para dar las gracias a sus nuevos amigos en el patio trasero de Rusia: las repúblicas ex-soviéticas de Asia Central que han apoyado a Washington en la crisis afgana. EE UU tiene más de un millar de soldados en Uzbekistán, se prepara para llevar sus aviones a Kirguizistán, e incluso el brazo centro-asiático de Moscú, Tayikistán, acoge ya a expertos militares estadounidenses, franceses e italianos. Todo con el beneplácito expreso del Kremlin, que hasta hace unos meses parecía retornar a las estrategias de la guerra fría y reclamaba sus «derechos históricos» en la región. Tras el 11-S, el pleno apoyo del presidente Vladimir Putin a Estados Unidos en su guerra contra el terrorismo internacional cambió las cosas y permitió al jefe de Estado ruso propinar el gran salto hacia Occidente desde el más puro pragmatismo. Salto que no se produjo dentro de Rusia, donde el 72% de los rusos, según una encuesta, lamenta aún la desaparición de la URSS y sólo un 14% apoyaría el ingreso en la Alianza Atlántica.