Nueva era, viejos problemas

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El Celta no siguió un rumbo claro en Anoeta y fracasó en su obstinación por sacar el balón jugado

27 nov 2018 . Actualizado a las 21:37 h.

La puesta de largo del Celta de Miguel Cardoso no dejó ni una nota positiva. El equipo perdió, en ningún momento pareció tener claro a qué estaba jugando, la defensa acusó los graves problemas de siempre, los debutantes tuvieron un día oscuro y las figuras no brillaron como en otras ocaciones. Solo Okay se salvó. Fue una noche dura para un equipo que llegaba con bajas importantes que quizás le pasaron factura, y que acabó mordiendo el polvo ante un rival que puso mucho más empuje y presión. Porque la intensidad con la que Asier Garitano cortocircuitó la salida de balón de los vigueses y la apuesta férrea de Cardoso por sacar la pelota jugada desde el portero crearon el perfecto caldo de cultivo para que el debut del luso en el banquillo pasara con más pena que gloria.

El once

Una pequeña revolución

El primer once de Cardoso fue, cuando menos, controvertido. El técnico fue fiel a su doctrina de que no se casa con nadie y dejó en la banqueta a Maxi Gómez y su instinto goleador. El portugués dio continuidad a Sergio Álvarez en la portería y ofreció la alternativa a Kevin en liga; optó por Costas antes que por Roncaglia y acompañó al canterano de Araujo, mientras Juncà se ocupaba de la banda izquierda. El nuevo técnico solventó la baja de mediocentros retrasando a un debutante Jozabed al que situó junto a Okay, mientras que Emre Mor, Hjulsager y Brais Méndez, cuya media de edad es de 22 años, debían encargarse de armar un ataque que finalizaba Iago Aspas.

el sistema y el banquillo

Ortodoxia desde el arranque

Un 1-4-2-3-1 de libro, el sistema favorito del entrenador, fue la carta de presentación del nuevo Celta. Un dibujo que en defensa se convertía en un 4-4-2 y que la Real Sociedad atacó con una presión asfixiante y alta que ahogaba una y otra vez el fútbol de los vigueses. Cuando en el descanso Cardoso agitó el árbol y apostó por Maxi Gómez para remontar, prefirió no mover el esquema, recolocó a Brais en la derecha, confió a Iago Aspas la media punta y ubicó al uruguayo en punta. El entrenador luso dejó claro que tiene capacidad de rectificación con la entrada del charrúa en el minuto 46. Las cosas no funcionaban, así que por qué sostener el problema. Con la entrada de Boufal por Hjulsager intentó dar más calidad a una banda que estaba falta de ideas y Pione entró en los últimos minutos en sustitución de un Okay que parecía tocado.

el juego

Las piedras angulares

No rifar jamás el balón, salir con él jugado desde la portería, se desveló como la piedra angular sobre la que gira la propuesta de Cardoso. El problema es que en Anoeta el equipo apenas fue capaz de ejecutarla bien. Garitano apostó por una presión brutal que comenzaba a pocos metros de Sergio Álvarez y que obligaba a los vigueses a arriesgar una y otra vez para evitar recurrir al saque en largo. Una apuesta que en la mayoría de las ocasiones se reveló defectuosa, puesto que exige mucha claridad de ideas y mucha seguridad, y en las filas celestes no había ninguna de las dos. Sergio Álvarez avanzó algunos metros respecto a su ubicación habitual bajo el travesaño para dar el primer pase, que generalmente recaía en las botas de David Costas. A partir de ahí, podía suceder cualquier cosa, aunque generalmente no fueron buenas. Los célticos arriesgaban una y otra vez, y la Real Sociedad se afilaba las uñas encantada con sus constantes robos, que cuando no se daban en territorio de la defensa céltica, cuajaban en su área de creación. En la primera parte el cuadro vigués ni siquiera tuvo la posesión estadística y acabó la contienda con un 51,6 % estéril. Al equipo le faltó profundidad y verticalidad, desbordar, uno contra uno y también subir un punto la intensidad. Era como si los hombres de Garitano fuesen a cada balón como si fuese el último, mientras los célticos confiaban en que la pelota se le pegaría a los pies.

los cambios

Cardoso vs. Mohamed

Si el Celta de Antonio Mohamed no sabía a qué jugaba, el de Cardoso tampoco lo tuvo claro. El primer partido del nuevo entrenador no sirvió para detectar grandes cambios, más allá del firme propósito de sacar la pelota jugada y de la diferente actitud con la que uno y otro entrenador dirigen desde el área técnica. Mientras el Turco acabó su etapa en Vigo parapetado bajo el banquillo, el luso parecía querer saltar al campo. Se mostró intenso, casi frenético, desde el minuto uno y apenas aguantó un cuarto de hora con la chaqueta puesta en un estreno que no fue como él deseaba. Puede que la premura impidiera a su nuevos jugadores asumir los preceptos que ha importado, o que la Real plantease un partido perfecto. El caso es que el Celta sumó otra jornada más sin ganar y el equipo que soñaba con volver a Europa ahora tiene a solo una victoria de distancia el descenso.