Una tarde a contracorriente

GRADA DE RÍO

Javier Etxezarreta | EFE

El Celta renunció a sus rondos infinitos y horizontales en un partido en el que sobresalió el Tucu

25 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue un partido distinto. El Celta no apabulló a su rival con el control del balón ni con rondos eternos y horizontales. En realidad, la identidad que Juan Carlos Unzué quiere transmitir a su equipo apenas se vio por momentos. Porque en Éibar fueron la pizarra, la efectividad y sobre todo el Tucu Hernández, los que decretaron el signo del partido: una victoria construida con balones más largos y verticales que contrarrestaron a la perfección el juego de los de Mendilibar. Solo faltó que Aspas marcase para que la tarde fuese redonda.

La sorpresa

Rotaciones significativas. Rubén Blanco fue la gran novedad del once del Celta. Unzué sentó a Sergio Álvarez por primera vez en la temporada para darle la alternativa al mosense, que no podía haber disfrutado de una tarde más plácida. La decisión no fue gratuita, ya que llega después de que algunas miradas recayesen sobre Sergio por no haber salido a atajar el gol de Getafe. Un tanto en el que también quedó señalado un Sergi Gómez que, sin embargo, ayer repitió titularidad en detrimento de Fontás, que entró al terreno de juego en la segunda mitad.

El planteamiento

El Tucu entra en escena. ¿Qué cambió en el Celta respecto a los duelos anteriores? La presencia del Tucu Hernández. Su poderío en el centro del campo -a pesar de que el mediocentro era Lobotka-, su capacidad para robar balones, para cortocircuitar el fútbol del Éibar y generar el del Celta. Su disposición a recibir cuanto golpe se rifó en Ipurúa. Fue la pieza clave. Jugó, hizo jugar y sobre todo aportó seguridad. El chileno de adopción dio una lección de fútbol, de lectura de partido y de esfuerzo que permitió a los vigueses disfrutar del partido más plácido de la temporada.

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El balón parado

El aliado perfecto. Por primera vez en mucho tiempo, el balón parado se ha convertido en aliado del Celta. Los tres primeros goles de los vigueses llegaron en acciones de pizarra perfectamente diseñadas en el laboratorio. Los dos primeros surgieron en una falta -el segundo de ellos fue directa- y el tercero nació en un saque de esquina. En los tres tantos Pione Sisto estuvo involucrado. Sorprende que la carta de presentación del Celta no incluyó rondos eternos y jugadas combinativas con las que aproximarse al área rival. Se vio a un equipo más vertical, menos necesitado de la posesión eterna. Lo que no cambió fue la sensación que trasladó la defensa celeste, que sigue dando signos de una fragilidad extremadamente peligrosa.

El gol

Presumir de efectividad. El Celta ni había llegado al área rival una vez cuando logró el primer gol. Esa fue la tónica en Ipurúa. Ayer no tuvo que empujar y empujar para derribar la portería contraria. Tuvo once tiros, de ellos seis se dirigieron a portería y cuatro acabaron en el fondo de la red. Una efectividad casi inaudita que permite a los vigueses disfrutar de una victoria que da confianza y puntos.