Los dos canteranos fueron titulares y se vieron las caras en un duelo del que salieron victoriosos
11 may 2015 . Actualizado a las 17:42 h.Celta y Sevilla se presentaron en Balaídos con muchos focos sobre dos jugadores forjados en A Madroa y con roles bien distintos, David Costas y Iago Aspas. El primero, porque debutaba en Liga y había grandes dudas sobre cuál sería su rendimiento después de una temporada en blanco y algún que otro invento errado en la Copa. El segundo, porque tras marcharse hace dos temporadas como el héroe del equipo y de la afición, regresaba por primera vez a la que es su casa vestido con una camiseta sin rastro de celeste.
Los dos fueron titulares, los dos se vieron las caras sobre el césped y los dos cumplieron de manera notable. El fútbol quiso que fuese David Costas el hombre encargado de marcar a Iago Aspas en su vuelta a Balaídos. El chapeleiro llegaba con las reservas de confianza bajo mínimos, y el de Moaña necesitado de un buen partido con el que reivindicarse y demostrarle a Emery que está para algo más que minutos. «Hoy tenía sentimientos encontrados, yo siempre entro al campo para ganar, pero le debo mucho a esta afición», comentaba Aspas tras su regreso.
Esta vez, en contra de su pasado, ni el escenario ni el contexto alteraron a Aspas, en cuyo currículo pesaba más de un borrón a causa de la sobreexcitación con la que se presentaba en partidos especiales. El atacante formó pareja en la delantera con Gameiro y desde el minuto uno, apostado por la derecha, encontró espacios para aproximarse a los dominios de su amigo Sergio Álvarez. De hecho, en la primera llegada del excéltico, cuajó el gol visitante. Aspas encontró espacio para habilitar a Gameiro y este, con la anuencia de Fontás, batió a placer al portero de Catoira.
Esa conexión entre el moañés y el francés no fue la única del partido. Se repitió con insistencia, pero sin éxito, en varias ocasiones más, con los dos centrales del Celta incapaces de cortar su avance. De hecho, Gameiro podría haber marcado el segundo si llega a rematar con éxito otro balón perfectamente colocado por el exfutbolsita del Celta en la primera mitad.
Iago Aspas sonreía de nuevo sobre el césped de su Balaídos, y eso demostraba que se lo estaba pasando bien. Disfrutó rompiendo la defensa céltica una y otra vez, a costa, entre otros de David Costas, que, sin embargo, a medida que se consumieron los minutos fue creciendo en el partido.
Costas, de menos a más
Los primeros instantes del de Chapela en su debut en liga esta temporada fueron formando parte de la eterna posesión de balón que planteó su equipo en los compases iniciales. Se veía que no quería problemas, y no dudaba en retrasar una y otra vez el esférico para Sergio o Fontás cuando el Sevilla amenazaba con presionar más allá de la línea divisoria. Sin embargo, en cuanto los de Emery se hacían con el balón y rompían líneas, Costas sufría lo suyo intentando frenar a Aspas. Su falta de minutos y de confianza quedó patente poco después del gol visitante cuando en un intento de despejar el balón se lo entregó directamente a Gameiro, que obligó a Sergio a realizar una gran intervención. El mal arranque de Fontás en el partido, su pareja de baile en el centro de la defensa, tampoco ayudó al futbolista, que a pesar de tenerlo todo en contra, se fue reponiendo con el paso de las jugadas.
Costas subió su nivel al ritmo que el resto del equipo, y en la segunda mitad, sobre todo tras la marcha de Aspas, vivió mucho más tranquilo a pesar de que le tocó batirse el cobre con el letal Bacca, que ayer también se durmió en los laureles, al igual que el resto del cuadro visitante. Aunque la presencia del defensa de Chapela más allá de la línea divisoria en el primer tiempo fue imperceptible, en el segundo, contagiado por sus compañeros, avanzó metros. En su haber está el acierto a la hora de realizar una falta táctica sobre Bacca cuando el colombiano salía disparado en busca de una contra. Le costó la tarjeta amarilla, pero eso resultó anecdótico.
Al final, la noche especial que tanto Costas como Aspas vivieron sobre Balaídos les dejó a ambos buen sabor de boca. De hecho, el de Moaña se marchó del estadio recordando que, aunque trabaja para ganarse el puesto en el Sevilla, «esta es mi casa y espero volver algún día».