La nueva vida de Pamela Anderson

Blanca Hermida

GENTE

Si te la cruzas por la calle no la conoces. Recién divorciada por segunda vez de su último marido, la vigilante de la playa más exuberante ha decidido cambiar su vida radicalmente. Lo confesó en una entrevista reciente a la revista «Elle» americana: «me había convertido en un dibujo animado»

13 jul 2014 . Actualizado a las 12:40 h.

Pocos pueden (y muchos no querrán) imaginársela sin su traje de baño rojo, su melena oxigenada y sus exuberantes prótesis, pero la Pamela Anderson del póster de Playboy parece que ha pasado a la historia. A sus 47 años recién cumplidos, después de asimilar la noticia de la hepatitis C que le contagió su ex marido por compartir una aguja de hacer tatuajes y de vivir veinte años al límite de todos los excesos, la rubia más deseada de Hollywood decidió agarrar con fuerza las riendas de su vida. Y empezó por el pelo, que junto a la reducción de pecho y a un asombroso cambio de estilo la han convertido en una mujer diferente.

«El estilo de vida rockero y mi pelo representaban el sueño que estaba viviendo. Empezó de forma inocente, y entonces me convertí en un personaje de los dibujos animados», afirmó en una reciente entrevista a la versión inglesa de la revista Elle. Fue el principio. Cuando la actriz vio su cabello en el suelo pensó que «era como si un tren le hubiese pasado por encima. No era especial, estaba enfermo, estropeado... era terrible».

Esa melena rubia, junto a sus voluptuosas curvas, la convirtieron en un icono sexual que llegó a Hollywood bajo el amparo de Hugh Hefner, quien, según cuenta Anderson, cuando la actriz le confesó que tenía un novio que la acosaba le puso «una mansión en Bel Air con una criada china que cantaba ópera y un Bentley». Cuando su mejor amiga llegó de visita le preguntó cómo había logrado todo eso ella contestó : «¿No es esto lo que pasa cuando la gente se muda a Los Ángeles?».

Después llegaron los años del desenfreno, en los que la joven marcada por un padre alcohólico y los abusos sexuales se dejó llevar por una espiral que la dejó enferma y agotada. Cuando descubrió la hepatitis C que padecía se encontró casi ahogada por las deudas y enganchada al alcohol. Entonces, según explica ella misma, «después de una larga y oscura noche del alma», decidió dejar de beber, practicar más meditación y pilates y desconectarse de Facebook, Twitter y todo aquello que le recordase su vida pasada. Tuvo que afrontar trabajos no muy agradables («no me gusta la televisión de los realitis») para pagar sus deudas y poder dedicarse de lleno a su faceta más solidaria. Cuando Pamela echa la vista atrás resume: «fueron veinte años salvajes, pero ahora me siento mucho más yo que cuando llegué aquí». Anderson reconoce que, si no hubiese tenido a sus hijos tal vez no habría podido cambiar de vida. «Si no los hubiese tenido habría acabado fatal. Pero no lo hice, gracias a Dios».

Recuerda que incluso cuando llevaba una vida totalmente desfasada no se perdía un partido de los niños y le viene a la mente una imagen suya, mirándose en el espejo del coche cuando iba a recoger a los niños «Tenía el rímel todo corrido y las mejillas llenas purpurina y pensé: solo porque esté siempre cubierta de purpurina no quiere decir que sea una mala madre».

LA NUEVA BRIGITTE BARDOT

Ahora, además de sus hijos adolescentes, con los que se deja ver en numerosas ocasiones, la actriz dedica su tiempo a las causas solidarias, en especial las que tienen que ver con la defensa de los animales. Desde su propia fundación, como una especie de Brigitte Bardot del siglo XXI, promueve numerosos proyectos y no duda en dirigirse, como hizo este año, al mismísimo primer ministro israelí, Benjamin Netnayahu, para pedirle que intervenga para que su país se sume a la prohibición de la venta de pieles de animales.

Además, hay quien dice que de una parte importante de su transformación tienen la culpa amigos como la diseñadora Vivienne Westwood o el fotógrafo David LaChapelle, que le han hecho reencontrar su vena artística: «mi abuelo era un poeta, mi padre también era un poeta». «Pamela tiene la mente de una verdadero artista -dice el pintor Ed Ruscha-. Su forma de pensar es la de un artista. Le interesan las ideas locas, como a todos nosotros».