Los formidables nuevos retos de la Administración
GALICIA
Es muy urgente renovar y reformar las Administraciones públicas del país ante la envergadura y la novedad de los retos que tienen que afrontar durante los próximos años. Hay tres bloques de retos públicos, entre otros, que destacan por su enorme impacto y complejidad. El primero guarda relación con la dinámica demográfica que ha transformado durante los últimos años el país y que lo seguirá haciendo durante las próximas décadas. La población en España se ha incrementado desde el año 2000 en un 23 % y seguirá creciendo. Más población exige mayor amplitud de los servicios públicos.
Por otra parte, el envejecimiento de la población va a tener durante los próximos años un impacto demoledor en las demandas de los servicios sociosanitarios que pueden llegar a exigir unos sobrecostes equivalentes al 12 % del producto interior bruto. La sanidad pública ya muestra claros síntomas de estrés justo en el inicio de este proceso. Finalmente, un tercer vector demográfico es el actual envejecimiento de los empleados públicos; buena parte de ellos se multiplicaron a finales de los años ochenta del siglo pasado debido al proceso de descentralización autonómica, el renacimiento de las entidades locales y, con ambas dinámicas, la configuración de un estado de bienestar. Los que se contrataron simultáneamente ahora se van a jubilar de golpe generando el problema de una gran pérdida del conocimiento experto y el reto de atraer un nuevo talento joven muy esquivo si se mantienen los actuales sistemas de selección de carácter memorístico.
El segundo gran reto de nuestras Administraciones contemporáneas reside en que, desde la pandemia, el entorno público es turbulento y los nuevos desafíos son sobrevenidos, sorprendentes e inéditos. El cambio climático, la crisis medioambiental, las nuevas desigualdades sociales, los conflictos geopolíticos y una economía impredecible generan problemas públicos inéditos sobre los que las Administraciones no poseen conocimientos previos. Los ejemplos son numerosos: la propia crisis del covid, los efectos de la dana en Valencia, los incendios 6.0 o el corte de suministro eléctrico. Las Administraciones tienen que tener ahora la capacidad para aprender y adaptarse a situaciones y retos extraños e imprevistos. Además, los servicios públicos convencionales y conocidos son ahora más complejos al incorporarse nuevas exigencias ineludibles como la igualdad por razón de género y la sostenibilidad.
El tercer gran reto posee una dimensión tecnológica que consiste en lograr implantar una Administración digital más fiable, más comprensible y amable para la ciudadanía. También la ineludible necesidad de incorporar la inteligencia artificial para poder lograr una mayor productividad en la gestión pública mediante la automatización de trámites y procesos burocráticos y el aporte de una mayor eficacia y eficiencia en la provisión de los servicios públicos. Unos desafíos que exigen que la Administración sea capaz de gestionar mucho mejor la información mediante el afloramiento de datos fiables que son los que deben alimentar los algoritmos públicos.
No se ha producido ninguna reforma profunda del modelo de Administración desde la reinstauración de la democracia. Una tarea pendiente que ya no se puede demorar más ante la magnitud de estos nuevos desafíos. No solo hace falta implantar medidas de actualización en la gestión pública, sino también transformaciones más profundas de reforma que permitan definir un modelo organizativo más flexible que trabaje por proyectos, una dirección pública profesional alejada de las interferencias políticas y un proyecto tecnológico robusto y ambicioso. También hace falta renovar la ocupación pública, que debería ser más flexible y contingente, mediante la transformación de los sistemas selectivos y la incorporación de incentivos profesionales mediante una auténtica carrera profesional.