¿Por qué sigue celebrándose el juicio del crimen del profesor de Vigo si el acusado ya confesó?
GALICIA
David Macía reconoce haber matado al maestro jubilado de Vigo. Derrochó sus ahorros, apostó en el casino y le hizo un bízum de 500 euros a un amigo por bajarse la ropa. Pero el juicio tiene que seguir
02 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.David Macía contestó «sí» cuando el fiscal le preguntó ayer en el juicio si golpeó y acuchilló al maestro jubilado Benito Torreiro, de 69 años, en su piso de la calle Areal, en Vigo, la noche de los Santos Inocentes del 2021. En la segunda sesión del jurado, este monfortino de 24 años confirmó que había usado la tarjeta de crédito del difunto en los días siguientes al crimen para comprar dos coches y ropa, invitar a copas a sus colegas o apostar en el casino. Y reconoció su voz en un audio en el que pedía a una entidad bancaria que activase la disposición ilimitada en los cajeros automáticos de la tarjeta del difunto. Pero el homicida confeso se quedó descolocado cuando un miembro del jurado le espetó: «¿Porqué mató usted a Benito?». Él esquivó la mirada y dijo: «No lo sé». La segunda pregunta del tribunal popular, «¿qué relación había entre ustedes?», se negó a contestarla.
El juicio por el crimen del profesor que se celebra esta semana en la Quinta Sección de la Audiencia de Pontevedra, con sede en Vigo, habría terminado ahí sin aclarar el móvil del crimen. El acusado, tras declararse culpable, ya había cumplido su trato con el fiscal, que calificó la muerte de «brutal» y «estremecedora». A cambio, acepta una pena mínima de 11 años y medio de cárcel en total por un homicidio y una estafa continuada (por pagar con una tarjeta ajena). Ya ha indemnizado con cerca de 38.000 euros a los dos hermanos del fallecido, que lo acusan de asesinato (creen que fue una muerte con ensañamiento, pero sin planificar).
Tras la confesión, el juicio con jurado siguió con la programación prevista. La sala interrogará estos días a 72 testigos y peritos. La batuta la llevó el fiscal con un minucioso interrogatorio tras dejar probada la autoría.
Así que el fiscal se centró en buscar respuestas para conocer el móvil que llevó al acusado a perpetrar el homicidio y que dice ignorar. Una cuestión clave giró en torno al día en que la víctima dejó de contestar al teléfono. La hora de la muerte se sitúa en la tarde-noche del 28 de diciembre, aunque el homicida suplantó al difunto y siguió respondiendo en gallego a los wasaps de amigos o a quienes le felicitaban el Año Nuevo, algo inusual en la víctima. Desde esa fecha, su tarjeta siguió generando cargos por compras poco habituales para un jubilado, como comprar un Peugeot o un Audi A6 de segunda mano en dos días, apostar en el casino, adquirir ropa juvenil e invitar en restaurantes y bares de copas a su pandilla. En otras palabras, Macía se estaba fundiendo los ahorros del difunto.
¿Cómo lo hizo? La sobrina del fallecido, que acompañó a los policías que descubrieron el cadáver en el salón del piso una semana después, vio una libreta con las claves de banca y con contraseñas de la red wifi que había apuntado su tío. El acusado copió los datos para integrar una tarjeta virtual en el iPhone del fallecido y así poder hacer pagos con el teléfono.
Un amigo confirmó en el juicio que le vio pagar un coche con un iPhone. El acusado le explicó que era un terminal que pertenecía a «un señor que llevaba las cuentas» y que él solo usaba para «el tema del dinero». La compra de uno de los coches la negoció por WhatsApp y envió su propio DNI como comprador, aunque aclaró que el coche lo pagaba su socio Benito.
Con los ahorros del muerto
Prueba del despilfarro de los ahorros de la víctima es que David Macía, según un testigo, le envió 500 euros por Bizum a un amigo al que retó a salir a la calle y bajarse los calzoncillos, lo que sí hizo. Un testigo contó que el acusado pagó la apuesta por adelantado. Otra prueba de ese derroche ocurrió una noche en el casino. Davíd Macía le pidió prestados 80 euros a un menor y le prometió devolverle 150 al salir, ganase o perdiese. El testigo no tiene claro si cumplió su palabra. Los amigos aceptaban invitaciones a copas o cenas por parte de Macía, e incluso les dejaba conducir el Peugeot. Por qué mató a Benito solo lo sabe él.
El juicio tiene que continuar varios días pese al acuerdo porque el fiscal, por ley, no puede retirar la prueba
El extenso informe que desgranó en 90 minutos el fiscal, en el que ilustró a los miembros del jurado con todo tipo de detalles del crimen, obligó a la Audiencia a retrasar un día la confesión de David Macía. Este imprevisto obligó a reprogramar todo el juicio, que deberá seguir por ley aunque el acusado haya confesado y llegado a un acuerdo con la Fiscalía. Cuando las conformidades son superiores a los seis años de cárcel se exige la continuación de la prueba. El jurado del crimen del profesor podría alargarse hasta dos semanas, en función de los días libres en la agenda de la Audiencia Provincial.
En otros acuerdos, los juicios avanzan con rapidez porque los interrogatorios se convierten en un mero trámite, una vez que la Fiscalía ya ha probado su acusación. En este juicio, el fiscal no solo no renunció a los testigos, salvo excepciones, sino que los interrogó a fondo hasta el punto de que el presidente de la sala comentó con humor a un citado que contestase a unos detalles secundarios porque eran «importantísimos para el caso». Tanto el jurado como el presidente no entendían adónde quería llegar el fiscal con tan minucioso interrogatorio cuando el pescado ya estaba vendido. Pero no hay que olvidar que el jurado aún tiene opción de votar que el crimen no fue un homicidio, fruto de una riña o discusión entre el jubilado y el joven, sino un asesinato, como reclama la familia del difunto. Eso suponen seis años más de cárcel. O simplemente, la Fiscalía quiere hacer ver al jurado lo «estremecedor» del crimen.
En la jornada de ayer declaró la sobrina que descubrió el cadáver: «La luz estaba encendida y mi tío en el sofá, con un golpe en la cabeza y un charco de sangre». También hablaron las trabajadoras del Hotel Atlántico, que guardaron unas pertenencias con restos de sangre, así como champús o colonias que había olvidado David Macía, que se alojaba en la habitación 602. También fueron interrogados los vendedores de los dos coches. El Audi A6 costó 9.999 euros y el acusado hizo una transferencia.
También hablaron los colegas que salieron de copas con Macía, al que conocían por amigos comunes. «David lo pagaba todo, las copas, cenas, todo», contó uno. A veces sonaba el iPhone del difunto y «David lo cogía, quizás fingía que hablaba».
Hoy declararán los guardias civiles que interceptaron a Macía conduciendo el Audi por Silleda.