Un niño de Oleiros pierde la vista de un ojo alcanzado por una escuadra que lanzó un compañero en el aula
GALICIA
Los padres piden responsabilidades al centro porque no había ningún profesor. La Xunta dice que se cumplía la ratio
19 jun 2023 . Actualizado a las 23:01 h.Tomás mira a su colegio arropado por su padre. Ha estado seis meses fuera. Cambió las aulas y los profesores por hospitales y cirujanos. Tomás mira a su colegio, el Valle-Inclán de Oleiros, pero solo con el ojo derecho. En el izquierdo perdió la vista durante un recreo de noviembre del año pasado. Una escuadra lanzada por otro alumno le atravesó el párpado y ahora se ha sometido a cuatro operaciones para no perder el globo ocular. La vista, ya se ha dicho, no volverá.
Hoy, los padres, Gonzalo y María, destrozados por dentro por este accidente que consideran que se pudo evitar, reclaman responsabilidades al colegio, por no haber contado con un profesor en el aula cuando ocurrieron los hechos.
El 30 de noviembre, por causa de la lluvia, los alumnos se quedaron en clase, donde los profesores se repartieron por toda la planta para vigilar varias aulas a la vez. La versión de Tomás, alumno de sexto de primaria, es la siguiente: comenzó el recreo jugando al ajedrez con un compañero, perdió la partida y se retiró para ver durante un rato cómo dos compañeros se lanzaban entre sí escuadras y cartabones. Como tenía frío, se retiró «unos seis metros» hasta el radiador para calentar las piernas, y fue entonces cuando una escuadra llegó volando, le atravesó el párpado y su ojo comenzó a ser una fuente de sangre que despertó la histeria entre sus compañeros.
Los gritos de una alumna alertaron a uno de los profesores, que lo asistió. Tomás fue operado en el hospital Abente y Lago de A Coruña. «Pero de aquel ojo salía tanta sangre que no pudieron ver el alcance de los daños», relata el padre del niño herido. Posteriormente, descubrirían que aquella escuadra había destruido la córnea, la pupila y el cristalino. Fueron tres días ingresado, y la primera estación de un calvario que lo llevó también a los quirófanos del IMO de Barcelona, donde fue operado tres veces con el único objetivo de no quedarse sin globo ocular. «Van más de 50 revisiones entre el Abente y Barcelona», relata Gonzalo, quien, al igual que su mujer, está de baja desde entonces por el trauma y la necesidad de atender al niño las 24 horas del día. «Nos ha cambiado la vida», sentencia María.
Orden de la consellería
Enfrascados en minimizar los daños oculares y anímicos de su hijo, la pareja percibió cómo desde el colegio no habían cumplido sus expectativas para un siniestro de este calibre. «Desde el principio quisieron que esto quedara como una mera fatalidad. En febrero, había profesores que aún no sabían el alcance de los daños», señala Gonzalo, quien, después de llamadas, reuniones con la inspectora de Educación e intercambios de correos, optó por denunciar al centro ante la consellería.
Nada más ocurrir la desgracia, uno de los primeros mensajes que la dirección comunicó a los padres de Tomás es que se cubría la ratio de profesores en los pasillos ese día de lluvia. No obstante, y al consultarlo este periódico, desde la Consellería de Educación señalaron que «se lle deu indicación explícita ao centro para que puxese en marcha, de inmediato, todas as medidas pertinentes que garantan o cen por cen de vixilancia do alumnado cando, por circunstancias meteorolóxicas, teñan que quedar na aula durante os recreos». No obstante, la petición de responsabilidades a los tres profesores que en ese momento vigilaban los pasillos (el menor no es imputable), fue rechazada por la delegación de Educación, asegurando que la ratio de profesores se ajustaba a una orden en vigor desde 1997.
Hoy, como ya avanzó la Consellería de Educación, ya no es así y los alumnos están totalmente vigilados. «Queremos que esto sirva para que no vuelva a ocurrir. Nos sentimos desamparados, nos ofrecieron la compensación patrimonial, sí, pero entendemos que para eso están los seguros. De momento, nos estamos quedando sin nuestros ahorros. Insistimos en que alguien se tiene que hacer responsable. Estamos en manos de un abogado y no descartamos ir a la vía judicial ordinaria», dice el padre.
La dirección alegó que la escuadra «esvaroulle da man»
Aunque la lesión había sido involuntaria por parte del niño que lanzó el objeto, los padres de Tomás no soportaron leer en las explicaciones del colegio que aquella escuadra «esvaroulle da man». Aquello no coincidía con la versión de Tomás y, días después, otros alumnos respaldaron la tesis del niño damnificado. Nadie buscó hacer daño, pero una escuadra que se resbala no destroza un ojo. Este periódico preguntó por este hecho concreto a la consellería sin obtener respuesta. Por otro lado, el colegio se ampara en que Tomás perdonó desde el primer día al alumno causante del daño. «Claro, mi hijo es muy bueno, pero eso no es un argumento», esgrime el progenitor.