Fernando García, obispo de Mondoñedo Ferrol: «Doy misa todos los días»

GALICIA

CESAR TOIMIL

De origen burgalés, dice que el gallego es su asignatura pendiente y que lo malo del cargo es lo que le ha supuesto de alejamiento de la gente

10 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Dinámico y jovial, se diría que Fernando García (Burgos, 1968), obispo de Mondoñedo, es una persona alegre en el mejor sentido de la palabra. También se diría que, si todos los obispos fueran como él, tal vez la Iglesia tendría otra imagen.

—Nació en mayo del 68. ¿Eso imprime carácter?

—Un poco sí; es una fecha muy significativa, hubo una revolución.

—Imagino que sus padres no serían muy revolucionarios.

—Nooo. Mi padre era un obrero de la construcción y mi madre, ama de casa. Una familia sencilla sin implicaciones políticas.

—Ya lleva año y medio como obispo. ¿Qué tal la experiencia?

—Yo le digo a los inmigrantes que me identifico con ellos en el sentido del duelo de haber dejado mi tierra. Este cargo tiene cosas muy bonitas, pero lo peor es la separación que a veces se produce entre el obispo y la gente. Aunque en la figura del obispo también se agradece lo que la Iglesia en general hace. Eso es bonito. Hay pros y contras.

—Dicen que de vez en cuando oficia misa.

—Todos los días. Y no me gusta celebrarla solo, así que voy a las parroquias.

—Por sorpresa.

—Por sorpresa. No aviso. Ya me conoce la gente. Y los domingos suelo acompañar a algún sacerdote que me lleva a las parroquias que él quiere.

—Seguro que lo agradecen, porque lo que faltan son curas.

—Sí. Y también agradecen la juventud, porque la edad media de los curas es muy alta. Así que como me ven más joven, ya tengo cinco puntos ganados en el inicio, lo haga mejor o peor.

—Tampoco tiene coche oficial.

—Tengo el coche del obispado, pero no tengo secretario ni chófer. Mi coche es muy pequeñito, aunque es el que estoy usando ahora, porque el del obispado lo tengo en el taller, que choqué con un corzo el otro día saliendo de Mondoñedo.

—¡Menudo susto!

—Ya lo creo. Es la primera vez que me pasa. Y menos mal que no lo vi, porque yo creo que si lo ves das un volantazo y es peor.

—Sobre todo si hay que dar muchas misas y se ha tomado vino en todas.

—Bueno, a veces el problema no es el vino de la misa, sino el vino de después. Mire, eso es algo que echo de menos, tomar un vino después de a misa y confraternizar con la gente.

—En muchos sitios es una tradición. Ponerse guapo para ir a misa e ir al bar al terminar.

—Tengo un amigo que dice que la misa tendría que ser patrimonio de la Humanidad por lo que ha hecho por la higiene, ja, ja. Al menos en Castilla.

—También se le ha visto en alguna manifestación. Y eso es muy infrecuente para un obispo.

—Bueno, he participado en eventos que considero que son justos y que lo que está detrás es la dignidad de las personas. He participado en una marcha por el trabajo digno, contra la guerra, y en el 50 aniversario de los acontecimientos de Ferrol. Me lo pidieron porque en aquel momento los trabajadores se habían visto acompañados por la Iglesia y creían que la Iglesia debía estar presente en la conmemoración.

—La Iglesia ha perdido mucho peso en la sociedad. ¿Eso tiene un camino de vuelta?

—Nos resituaremos en el lugar en el que tenemos que estar. La Iglesia no tiene que ser un actor político en el sentido del activismo pero sí en el de generador del bien común.

—Francisco generó unas enormes expectativas cuando fue elegido papa. ¿Está un poco desencantado sobre lo que ha hecho  y lo que hubiera podido hacer?

—Igual está un poco desencantado usted, yo estoy encantado. Nos está dando mucha luz y está abriendo perspectivas necesarias. Ha abierto un proceso sinodal, de participación de toda la Iglesia en la marcha de su propia organización. Y está cambiando el ejercicio del poder. Y eso traerá cambios en el papel de la mujer o del ejercicio del ministerio. Pero todo eso requiere tiempo.

—¿Qué tal con el gallego?

—Es una asignatura pendiente. Lo entiendo y me gusta que me hablen en gallego. Tengo que hacer el esfuerzo de expresarme yo alguna vez, pero soy malo para los idiomas. Más que tiempo para aprender me ha faltado decisión. Pero lo tengo que hacer.

—¿Qué es lo que más le gusta de Galicia?

—El paisaje. Desde Viveiro a Ortigueira la costa es preciosa. No me canso de mandar fotos a mi gente y a mis amigos de Burgos. Me estoy convirtiendo en un embajador de la zona. Y la gente es muy acogedora dentro de una cierta reserva.

Pilar Canicoba

—¿Le gusta el fútbol?

—Soy seguidor, pero no forofo. Soy del Burgos y, en primera, del Real Madrid.

—Autodefínase en pocas palabras.

—Yo diría que soy responsable, trabajador, con capacidad de escucha y cercano.

—¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?

—Me gusta pasear. En Burgos me movía en bici, pero aquí no lo hago porque hay muchas cuestas y Ferrol no es una ciudad preparada para los ciclistas, la verdad. También me gusta viajar, ver sitios nuevos. Y la historia. De hecho, cuando voy a Burgos a ver a mis padres, escucho un pódcast del Quijote, que es el libro dramatizado. Y ya voy por la mitad. Me encanta.

—¿Se mete alguna vez en la cocina?

—Yo me incorporé con la pandemia. Vivía solo y me tuve que dedicar a la cocina, pero adelgacé nueve kilos. No debía de ser buen cocinero. Me gusta comer pero no cocinar. Me parece aburridísimo.

—De niño, ¿qué quería ser de mayor?

—Jugaba mucho con los camiones y me gustaba el mundo de la carretera. Cuenta mi madre que yo decía que quería ser policía para defender a mi hermano.

—Si fuera presidente del Gobierno, ¿qué decreto firmaría en primer lugar?

—Me preocupa mucho el tema de la vivienda. Habría que hacer algo con eso. No sé el qué, pero es un gran problema. Y el otro tema que me preocupa mucho es el de la salud mental. Son dos temas que generan mucha exclusión social.

—¿El mejor momento del día?

—Cuando me voy a la cama, ja, ja. Lo retraso mucho. Eso sí, duermo muy bien, como una marmota.

—Una canción.

—Le diría alguna religiosa, pero a nivel laico, alguna de los años 80... Algo de Mecano.

—¿Lo más importante en la vida?

—El amor.