Los ataques de la oposición en el debate del estado de la autonomía pintan un presidente de la Xunta que no es real
16 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Cuando en el año dos mil treinta y tantos Feijoo anuncie su retirada y sea canonizado como ahora lo está siendo Angela Merkel, solo algunos biógrafos recordarán el trato que le dispensó la oposición conservadora. Conservadora, sí, porque la izquierda conservó durante su periplo el mismo cliché para combatirlo, compuesto de dos imágenes superpuestas. En una es el gallego desarraigado que retorna de Madrid de mala gana y cultiva en secreto la saudade madrileña, con la esperanza de cambiar algún día la muiñeira por el chotis. En la otra repite el cuento de Stevenson, para ser un moderado Jekyll que solo oculta la personalidad ultra del atroz Mr. Hyde.
Sobre esos dos pilares edificaron los sucesivos líderes de la izquierda su labor de desgaste. Se fabrica un estereotipo que hace más cómodo su trabajo pero, a pesar de las evidencias y los fracasos, no se revisa y se reitera una y otra vez. Presa del conservadurismo, rehén de la caricatura de Feijoo que ella misma dibuja, la oposición no cesa de pelear contra un fantasma, mientras el caricaturizado gobierna a sus anchas. Desoyendo las invocaciones que se le hacen, el temible Hyde no se presenta nunca. Los gallegos parecen ser inmunes a las historias para no dormir que intentan evitar que voten mal. No es Vargas Llosa quien patenta esta elitista expresión, sino conspicuos representantes de la izquierda gallega que tratan de explicar resultados para ellos aberrantes como fruto de la alienación.
Otro tanto sucedió en Alemania con la canciller que sube a los altares. Quien ya se ha instalado en el Olimpo como diosa de la moderación, quien figura en el santoral como patrona de la templanza, fue tratada como peligro para la democracia o como Thatcher teutónica, y su efigie paseada en las manifestaciones progresistas con un flequillo y un bigotito alusivos. Su parentesco con la derecha extrema fue el leitmotiv de las campañas de sus adversarios, aunque algunos corrieran después a formar la gran coalición. Parte del éxito de esta dirigente que se va invicta, se debió a la incapacidad de sus críticos para cambiar la imagen prefabricada contra la que dirigían los ataques. Como demuestra el valle de los numerosos caídos en la lucha contra Merkel, llevaron en el pecado su penitencia igual que sucede en Galicia.
Lo ocurrido en Alemania durante la época de Angela se explica de la misma manera que lo que ocurre aquí. Hubo dos Merkel igual que hay dos Feijoo. Junto al personaje real que rompe la imagen preconcebida de la derecha y el neoliberalismo, una estantigua fabricada por una izquierda anclada en lugares comunes oriundos del XX o el XIX. Conque en el debate del miércoles un Feijoo salió malparado, pero es el que no existe. El del XXI no sabe la suerte que tiene al contar con un doble tan eficiente.
«Al inocente desconocido»
Que se sepa no hay homenajes previstos para las víctimas inocentes de la Operación Pokémon. Nada se sabe de una posible concesión de alguna de las numerosas medallas que se otorgan a lo largo del año, ni hay noticias de recepciones festivas en sus pueblos como se hace habitualmente con los etarras. No habrá placas ni monumentos al «acusado desconocido» al que ir a depositar una corona de flores en el día señalado. Quizá este estruendoso silencio se deba a un sentimiento de culpa. Admitamos que cuando los que ahora son exculpados iban camino de la hoguera, muy pocas voces se alzaron en su defensa. Sus enemigos se cebaron en su desgracia, los propios se alejaron discretamente, y la presunción de inocencia fue arrojada al trastero de la democracia para que no molestara en aquel vistoso auto de fe. Solos pasaron el viacrucis y solos celebran el fin de la injusticia. Sobre aquellos silencios ominosos se levantó un movimiento populista que, sin rubor, llena sus ministerios de proscritos y considera héroes a sus condenados.
¿Carbón? Sí, gracias
Lo que más temen los niños en la noche de Reyes es el carbón con el que sus majestades de oriente castigan a quienes no se han portado como es debido. Aunque es raro que eso ocurra, la amenaza sigue vigente y se instala en el inconsciente de muchos críos que, al ser mayores, hacerse políticos y tener responsabilidades en la transición ecológica, emprenden una apresurada descarbonización que desemboca en el cierre de As Pontes. Sin embargo, los tiempos han cambiado y ahora hay que pedirle al trío real parte del carbón que tengan acumulado para paliar la crisis energética. La térmica volverá a funcionar con el clásico combustible, mientras se espera en vano una explicación de la parte frívola del ecologismo instalada en el Gobierno. ¿Qué hubiera sucedido con la planta ya desmantelada? ¿Por qué no se realizó, como en Alemania, una transición más cauta y menos ideológica? Echémosle la culpa a los Reyes Magos que nos inculcaron la aversión al carbón, y preparemos un realista debate nuclear, igual que Francia o Finlandia.