Myriam Vázquez: «Disimulo muy mal»

GALICIA

MIGUEL VILLAR

La gerente del grupo Bodegas Gallegas lamenta que el sector haya fomentado un cierto esnobismo en el consumo del vino

22 sep 2020 . Actualizado a las 14:02 h.

Myriam Vázquez (Ourense, 1970), codirige un grupo que vende cada año desde Galicia unos 20 millones de botellas de vino por todo el mundo, un dato que vale por toda una presentación. Añadan sencillez, simpatía, determinación y que es hija de su padre (Manolo Arnoya, presente en toda la conversación) y tendrán un retrato a grandes rasgos de una reina del vino.

-Este año ha cumplido 50.

-Pues sí, el 2020 trae de todo, ja, ja.

-¿Cómo lo celebró?

-Yo cumplo años dos días antes del aniversario de la muerte de mi padre, así que si mis cumpleaños no me gustaban mucho, ahora menos. Pero como los 50 hay que celebrarlos, aproveché para que mi hija hiciera la comunión y lo juntamos todo.

-¿Cuántos hijos tiene?

-Una, de 8 años. Hicimos ahora un vino de Ribeira Sacra con su nombre: Matilda Nieves.

-Ya la ha metido en el negocio.

-No me gusta que los padres marquemos tanto a los hijos. Lo que pretendo es que lo vea como algo para disfrutar, no que se tenga que dedicar a esto.

-Usted sí lo hizo.

-Esta es una empresa muy familiar. Menos mi marido, estamos todos involucrados. En el negocio estamos mi hermano y yo. Mi cuñada y mi madre, que está como en segunda fila, también participan. Yo creo que mi padre, como mi hermano era mayor, se sintió tranquilo en el sentido de que pensaba que ya tenía el relevo. Y a mí me dejó volar por libre. Ya siendo abogada un día me llamó y me dijo: «Mira, para que te estén puteando, mejor que seamos los de casa», ja, ja. Y me incorporé al negocio familiar, hace ya 20 años.

-Me está recordando a Falcon Crest y aquella serie de Concha Velasco...

-«Lazos de sangre»

-¡Eso! ¿Son las bodegas un escenario propicio para estos novelones familiares?

-Es porque el sector del vino tiene una parte muy emocional. No es como tener una fábrica de tornillos.

-¿Qué tal la vendimia?

-La vendimia siempre tiene algo de celebración. Y este año es todo mucho más aséptico, más frío.

-Ustedes que exportan mucho, ¿Han ganado respeto los tintos gallegos?

-Es verdad que la gente piensa en Galicia y ve marisco y vino blanco. Yo he viajado mucho porque puse en marcha el departamento de exportación y los tintos sorprenden al principio, porque no los esperan, pero luego llaman la atención. Hay que luchar y picar piedra para que las cosas salgan.

-En la Ribeira Sacra se practica la viticultura heroica.

-Las uvas gallegas son las más caras de toda España. Y ¿cómo no lo van a ser?

-¿Sigue siendo el vino un mundo de hombres?

-Ya no es tan extraño ver mujeres en este negocio, aunque más en la parte técnica. A nivel nacional, los órganos de dirección del sector del vino, siguen siendo masculinos. Aunque ya no es lo de antes. Yo recuerdo al principio, cuando iba con algún compañero a trabajar por ahí, me tomaban por la secretaria. Me decían: «Toma nota ahí, neniña».

-¿Echa de menos el trabajo de abogada?

-No, me gusta mucho más este. Soy muy apasionada de este mundo.

-Lo único que le pido es que no me diga lo que me dicen todos: «Lo mejor del vino es compartirlo».

-Ja, ja. Yo le diré otra cosa: en este sector nos hemos puesto tan estupendos que parece que para tomar un vino y disfrutarlo tienes que ser un sumiller de aquí te espero. Creo que las bodegas nos hemos equivocado porque yo no tengo que decirle a nadie cómo debe disfrutar un vino. En ese sentido, la cerveza se ha metido de lleno en cualquier celebración porque no le damos tanta parafernalia. Nos hemos pasado de frenada. El vino es para disfrutarlo, sepas mucho o sepas poco.

-¿Cuál es el más sofisticado que ha tomado?

-Alguno de los que guardaba mi padre en su bodega. Los abría de vez en cuando y decía: «Vamos a abrir este, a ver qué nos encontramos».

-¿Cuando era pequeña, qué quería ser de mayor?

-Yo no quería trabajar en el negocio familiar. Quería ser veterinaria o bióloga. Mi padre me dejaba hablar y cuando tuve 15 o 16 años me dijo: «¿Bióloga, bióloga? Tú lo que tienes que hacer es Derecho». Y fue lo que hice, ja, ja.

-¿Era traviesa de niña?

-Mi madre cuenta que no. Incluso una vez que oyeron un ruido era yo que me había caído y estaba intentando volver a la cuna. Es una imagen penosa. Aunque luego me hice una adolescente petardísima.

-¿Celta o Dépor?

-Aquí tengo el corazón dividido. Tengo familia en A Coruña y en Vigo. Quizás un poco más del Dépor, por los recuerdos del equipo de Arsenio.

-¿Cómo diría que es usted en cuatro palabras?

-Soy muy leal y también muy visceral; un poco controladora y de fiar.

-¿Qué le gusta hacer cuando tiene tiempo?

-Estar con mis amigas, poner el mundo patas arriba y echar unas risas. Y estar con mi familia, claro.

-¿Sabe perder el tiempo?

-No me agobia no tener todo el día cubierto. Ahora he descubierto el running. Soy disfrutona del dolce far niente.

-¿Qué tal en la cocina?

-He aprendido bastante en el confinamiento.

-¡Cuántos cocineros ha revelado el confinamiento!

-¿A que sí? No todo ha sido negativo. Mi hija tiene un recuerdo muy agradable del confinamiento, porque los padres hemos pasado más tiempo con nuestros hijos y nos hemos redescubierto.

-¿Tiene un lugar favorito?

-Una pequeña cala en Monte Lourido.

-¿Qué diría que se le da mal?

-Disimular. Soy un poco zulú en la vida social.

-Una canción.

-Mi pequeño tesoro, de Presuntos Implicados.

-¿Qué es lo más importante en la vida?

-Tener la conciencia tranquila.