
La autora de «Beleza vermella» explica como ha cambiado su vida a partir del éxito literario que, dice, no le da para vivir, pero sí para llevar una vida muy ajetreada
21 ene 2020 . Actualizado a las 23:59 h.Hace falta un buen rato para volver a la normalidad tras un encuentro con Arantza Portabales (San Sebastián, 1973). Quedamos en un ruidoso bar de Santiago donde me obliga a cabalgar por una entrevista desnortada y guiada por su increíble y encantadora locuacidad. ¡Qué bien me lo pasé!
-San Sebastián. Cuénteme algo de esa historia de emigración.
-Mis padres se fueron en 1961 A lo que se van todos los marineros, a pescar, a buscar una vida mejor. Y se tiraron allí 25 años. Mi hermano se fue con un año y allí se quedó. Nosotros nos vinimos en 1985, cuando yo tenía 12 años, porque mi madre nunca había vencido la morriña. A mí, venir me partió la vida. Con 18 años volví al País Vasco, pero entonces ya estaba enamorada de Galicia. Creo que no podría regresar a vivir allí porque necesito este ritmo lento de vida.
-Hija de marinero, que suelen estar poco tiempo en casa.
-Sí. Yo siempre digo que tuve padre a partir de los 18. Somos hijas de nuestras madres.
-Aparte de escritora usted es...
-Soy del cuerpo de finanzas, interventora.
-Inspectora de Hacienda.
-Nunca he trabajado de eso. Un interventor controla el gasto público y lo que hacen los políticos.
-Vaya. Pues no controlan tanto.
-Imagínese lo que harían si no estuviéramos nosotros, ja, ja.
-Yo pensaba que lo suyo eran las letras.
-Yo empiezo todas mis novelas con una tabla Excel. Si abre mi armario lo verá muy desordenado, pero si abre mi mente se encontrará con Sheldon Cooper [el maniático y ordenadísimo protagonista de Big Bang Theory]. Es que nadie resiste este ritmo sin llevar un orden mental implacable. No se puede ser mamá, esposa, funcionaria, escritora sin saber qué es lo siguiente que tienes que hacer.
-A mí, que escribo en un periódico, me fascina como construyen la arquitectura de sus novelas.
-Me gustaría decirle cómo lo hago, pero no lo sé. Cuando las leo, lo pienso: «¡Qué bien lo he encajado!». Es como si todo hiciera clac-clac-clac. Hay un momento en que necesito que todo encaje.
-Y en ese proceso, cuando revisa lo que escribe... ¿le gusta?
-No. Mientras lo escribo me parece maravilloso; la siguiente semana, me gusta menos. Y cuando lo entrego al editor veo el icono de la caca del WhatsApp. Pero yo tengo un mecanismo: cada línea que escribo se la mando a un grupo de amigas y ellas me ayudan.
-Luego las invitará a cenar...
-¡Están encantadas de salir en los agradecimientos! En el proceso creativo no las dejo participar, solo para elegir los apellidos de los personajes, ja, ja. Yo soy una escritora, no sé si vaga o perezosa, pero tengo poca imaginación; así que todo lo que me cuentan acaba en un libro.
-¿Cuándo empezó a escribir?
-¡Uy! Muy tarde. Con 40 años.
-Microrrelatos.
-Sí, para un concurso. Y en una presentación conocí a un editor de A Coruña que me dijo: «Mándame lo que tengas». Le mandé veinte microrrelatos y él me contestó con un contrato editorial. Así que tenía un contrato pero no tenía un libro.
-Vaya vértigo.
-Sí, pero es que yo soy muy loca. Y en cuatro meses se lo entregué. 105 microrrelatos. Luego vino la novela por entregas de La Voz, que gané.
-Así que ahora es escritora y no interventora.
-No, sigo siendo interventora. La escritura no me da para vivir. De momento. Me da para llevar una vida muy ajetreada.
-Pero se lo está pasando bien.
-Me lo estoy pasando en grande. Pero el ritmo de trabajo es brutal. Esto solo se mantiene con pasión. Yo escribo muy poco tiempo, pero pienso mucho lo que voy a escribir. En el coche, en el súper, en el baño. Así que cuando me siento, ya lo tengo escrito.
-De pequeña leería mucho.
-Muchísimo. Lo echo de menos. Antes leía cinco libros a la semana. He sido muy poco precoz en todo, quiero decir que yo no soy de los que leían a Proust con 16 años.
-¿Y ya lo ha leído?
-Todavía no, ja, ja.
-Sacaba buenas notas, claro.
-Sí, aunque en la Universidad ya no estudiaba tanto. Pero en la oposición, sí. La saqué en dos años y fueron dos años de estudio sin descanso.
-¿Por qué estudió Derecho?
-Yo creo que por una película que vi con Robert Redford Daryll Hannah [Peligrosamente juntos]. Me dije: «Yo quiero ser abogada». Luego entendí que quería estudiar Derecho pero no ser abogada. Me hice interventora, que los interventores mandan mucho.
-¿En su casa también manda mucho?
-Soy una tía con mucho carácter, pero estoy casada con el hombre ideal. Toda esa actividad que despliego solo se sostiene si hay alguien limpiando, planchando y llevando a las niñas. Es su turno. De los 30 a los 40, si echo la vista atrás, mis únicos recuerdos son mi hija tirándose de un tobogán.
-Ahora es alguien popular.
-El día que realmente lo peté en la Xunta fue cuando Jorge Javier salió en el Sálvame diciendo que le había gustado mi libro. Aquello fue brutal.
-El poder de Jorge Javier.
-Mi suegra, aunque llevo 25 años con su hijo y me ha visto aprobar dos oposiciones y ganar no sé cuántos premios literarios, me dijo el día que me citaron en el Sálvame: «Nunca había estado tan orgullosa de ti», ja, ja.
-Hablemos de cosas serias. ¿Celta o Dépor?
-Celta siempre.
-Usted que escribe, encuentre cuatro palabras para definirse.
-Constante, cabezona y tenaz, moderadamente desequilibrada y muy intensita.
-¿Qué es lo último que se ha comprado?
-Un billete de avión y unos zapatos.
-¿Tatuajes?
-No. Y eso que prometí que si se publicaba Deje su mensaje después de la señal, me tatuaría el infinito, con lo cual tengo una deuda pendiente con el destino. Pero me da miedo.
-Supongo que no es supersticiosa.
-No, nada, pero cada vez más, el destino me da bofetadas. Coincidencias que me hacen cuestionarme todo mi escepticismo.
-¿Sabe perder el tiempo?
-Por fuera sí, pero a cabeciña non para. Tengo serios problemas para hacer una sola cosa a la vez. Me cuesta parar. Ahora, hasta duermo mal.
-¿Qué se le da mal?
-Callarme.
-Si solo pudiera llevarse a una isla desierta un aparato eléctrico, ¿cuál sería?
-Un libro electrónico.
-¿Con quién se iría a cenar, con María Teresa Campos o con Bigote Arrocet?
-Con María Teresa Campos, es una mujer inteligentísima.
-Dígame una canción.
-El equilibrio es imposible. La versión de Iván Ferreiro con Santi Balmes.
-¿Qué es lo más importante en la vida?
-Vivirla. Pero vivirla de verdad, que hay gente que camina dormida.