Mariano Rajoy Sobredo, el respetado magistrado que fue un ejemplo para su hijo

Elena Larriba García
E. larriba PONTEVEDRA / LA VOZ

GALICIA

XOAN CARLOS GIL

A Mariano padre no le había hecho gracia que allá por los años ochenta su primogénito, con la oposición de registrador recién aprobada, se metiese en política. Pero tras aquellas reticencias iniciales vivió con enorme orgullo su exitosa trayectoria política

02 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La noche del 20 de noviembre del 2011, tras el apoteósico triunfo del Partido Popular, la primera llamada que hizo el nuevo presidente del Gobierno in pectore fue a su padre, para compartir con él la victoria. Mariano Rajoy Sobredo estaba siguiendo el escrutinio electoral en casa del doctor Casas-Córdoba. Aunque sus hijos intentaron convencerle para que viajara a Madrid para celebrar el esperado triunfo, él prefirió quedarse en la ciudad del Lérez rodeado de sus amigos, con los que entonces aún compartía tertulia en el Hotel Rías Bajas. Cuando oyó por televisión las primeras palabras triunfales de su hijo y le vio asomado al balcón de Génova, se emocionó y no ocultó la enorme satisfacción que suponía para él verle alcanzar el máximo objetivo en la política española.

A Mariano padre no le había hecho gracia que allá por los años ochenta su primogénito, con la oposición de registrador recién aprobada, se metiese en política. Según él mismo contó, lo hizo en contra de su consejo, pero tras aquellas reticencias iniciales vivió con enorme orgullo su exitosa trayectoria política, primero desde la distancia y después a su lado en el palacio de la Moncloa. Dicen que de él heredó el expresidente un elevado sentido del respeto, la justicia y el esfuerzo.

Aunque compostelano de nacimiento, Mariano Rajoy Sobredo echó fuertes raíces afectivas en Pontevedra, donde están enterrados su esposa y uno de sus hijos. Después de pasar por otros destinos y ascender a magistrado, fue nombrado presidente de la Audiencia de esta provincia, cargo que ostentó diecisiete años con el reconocimiento y respeto general de la judicatura. Cuando se jubiló en 1989, al cumplir la edad reglamentaria, lo hizo con su habitual discreción. Pero su marcha no pasaría tan desapercibida como él habría querido, y recibió poco después un multitudinario homenaje.

Ya retirado, dos duros golpes ensombrecieron su vida: la muerte de su mujer, Olga Brey, en el año 1993, y la de su hijo Luis, en el 2014, a las que logró sobreponerse arropado por su familia. Antes de trasladarse a vivir a Madrid y de que su salud se deteriorase, disfrutó de pequeñas estancias en Canarias y de los veraneos en Sanxenxo, y era habitual verlo también por Pontevedra con el periódico en la mano, de vuelta de su tertulia y camino de casa.