«Tengo una madre coraje, pero a mi progenitor no puedo llamarlo padre»

Mila Méndez Otero
Mila Méndez A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

Emilio Moldes

La colaboración de su padre fue clave para la operación Nécora, pero el Estado, denuncia, olvidó a su familia

06 mar 2018 . Actualizado a las 08:38 h.

El apellido de su padre ha vuelto a salir a la palestra. Ricardo Portabales, padre, y Manuel Fernández Padín fueron los dos narcos arrepentidos que con sus confesiones hicieron posible la bautizada como operación Nécora. El juez que estaba tras ella, Baltasar Garzón, acaba de reconocer públicamente la importancia que tuvieron sus declaraciones para desencadenar el operativo policial que después se transformó en macroproceso judicial.

-¿Cómo se sintió al escuchar las palabras de Garzón dirigidas a su familia?

-Me quedé sorprendido, y agradecido. Estaba con la televisión encendida cuando de pronto lo escucho referirse a mi familia. Reconoció que no es justo lo que hicieron con nosotros. Le he enviado un mensaje a su hija para que le traslade mi agradecimiento por sus palabras.

-¿Qué pasó con su familia?

-Que tuvimos que huir y escondernos en Madrid por lo que Ricardo Portabales, padre, hizo primero y confesó después.

-¿Qué le molesta?

-Pido justicia para mi madre. Ella, Ana, también fue una madre coraje.

-¿Qué justicia reclama?

-Que se le reconozca su importancia en este proceso. Un simple: «Gracias, Ana». Dejó su casa y su vida. Ella decía: «Yo y mis hijos nos quedamos, no hicimos nada». Nos gritaban que estábamos locos si hacíamos eso. Ella lloraba porque no quería irse de su tierra. Los agentes vinieron a nuestra casa para convencerla. «Sin usted no hay operación Nécora», le dijeron. Tuvimos que coger las maletas y escondernos en Madrid. Todos los Gobiernos nos dejaron abandonados. No nos dejaron ninguna pensión. Ahora, con 63 años, mi madre anda de aquí para allá para conseguir una paga.

-¿Y su padre?

-Mi progenitor, no puedo llamarlo padre, se marchó para Sudamérica, abandonó a la familia. No queremos saber nada de él. Ya me lo dijo Manuel Fernández Padín: «Teu pai sempre mirou por el».

-¿Se sienten cómplices de lo sucedido en aquella época?

-Somos una familia humilde. No sabíamos nada de lo que hacía mi padre, tampoco recibíamos nada de él. Pasábamos apuros, yo seguía con mis zapatillas de siempre. Sí entendíamos que andaba con el tabaco, pero nada más.

-Hoy, muchos de aquellos narcos han salido de prisión. Sito Miñanco ha vuelto a las andadas. ¿Qué opina?

-A Miñanco no lo conocí. De todas formas, algo que aprendí en estos 20 años fue a oír, ver y callar.

-Usted ha decidido volver a su casa, a Pontevedra...

-Sí, siempre quise hacerlo, desde que me fui con 15 años. Al principio en Madrid me decían: «¿Cómo vas a volver ahí?». La gente me ha recibido bien. No tengo por qué vivir escondido.

-¿De qué trabaja?

-En el sector de la informática: sé arreglar ordenadores.

-¿El resto de su familia quiere volver?

-Mi madre no pierde la esperanza. Mis hermanos se criaron en Madrid, yo era el mayor, y ya son casi más de allí.

-Comentó en más de una ocasión que escribió un libro con sus memorias: ¿es cierto?

-Tengo tres. Mi vida fue una película de Hollywood.

-¿Qué cuenta o desvela?

-Hablo de la operación Nécora desde dentro. Eso nunca salió a la luz.

-¿Tiene pensado publicarlos?

-En eso estoy trabajando desde hace años, pero no es fácil.

-¿Cree que puede haber intereses en que no se publiquen?

-Sí.

-¿Por qué?

-Digamos que he conocido a mucha gente importante.

-¿Qué recuerdos tiene de su infancia?

-Me acuerdo de Portabales, padre, que venía de viaje de Panamá o Costa Rica. Alguna vez fui en coche con mi padre cuando iba a esas «reuniones con señores mayores». Él era amigo de Terito. Es tan culpable como ellos.

-¿Se hará justicia para su madre con los libros?

-Lo que pido es para ella. Un mínimo reconocimiento. Si además puedo publicar los libros y sacar algún beneficio de todos estos años de dolor, claro que no voy a decir que no.