El transporte de un monstruo

Álvaro Alonso Filgueira
ÁLVARO ALONSO AS SOMOZAS, FERROL / LA VOZ

GALICIA

JOSÉ PARDO

Las largas piezas que parten de Siemens Gamesa superan barreras durante más de una hora hasta Ferrol. Seguimos su recorrido hasta el puerto

21 feb 2018 . Actualizado a las 20:00 h.

Cada viaje es una pequeña hazaña. La pala eólica sale a lomos de un camión de la planta de Siemens Gamesa en As Somozas, recorre 45 kilómetros salvando numerosos obstáculos y llega, sana y salva, al puerto de Ferrol. El polaco Jerzy, el conductor del gigante, podría hacer el trayecto a ciegas. Eso sí, cada transporte supone un profundo esfuerzo de concentración. «Esto no lo puede hacer uno nuevo», deja claro el empleado de Aguado, que lleva más de una década haciendo lo mismo. Cuando llega la escolta (Guardia Civil), Jerzy sube al camión -«esta es mi casa», asegura-. Aún se acuerda de la primera vez. «Eso no se olvida, esto acojona. Y cada vez hacen las palas más largas», comenta. El vitíligo que sufre su piel es la marca de tantos años de estrés, pero su profesionalidad va primero.

«Venga, vámonos». Badre, su compañero, le da la orden desde el coche de apoyo a las 12.45 horas. El resto del viaje irá bajo la punta de la pala, controlando la parte trasera de la plataforma. Durante todo el tiempo da indicaciones al conductor -algo que le ayuda a mantener la concentración- y, en momentos puntuales, usa un mando que gira las ruedas traseras del camión. Entre los dos operarios hacen posible el transporte del monstruo, que mide 55,5 metros de largo, pesa 13 toneladas y va inclinado para que no toque los puentes del trayecto, que tienen un gálibo de unos cinco metros.

La salida desde As Somozas se realiza por una carretera provincial. La pala forma un atasco por detrás y, con la ayuda de la escolta, se abre paso. Mientras, va evitando calles, árboles e incluso casas. El recorrido no deja de ser por parroquias para las que no hace tanto desconocían que existieran semejantes piezas. «Yo necesito toda la carretera», subraya Jerzy, que alcanza en algunos puntos los 80 kilómetros por hora. Su mayor preocupación, además de los conductores que no respetan la seguridad -casi siempre, por desesperación-, son las rotondas. Una pesadilla. Por eso, cuando llega la primera, evita el acceso a la autovía y continúa por otra carretera provincial hacia San Sadurniño. Antes, Badre se baja y corrige la inclinación de la pala. En la siguiente salida, después de pasar por otras cuantas aldeas, el camión entra ya en la autovía AG-64, un respiro. Los «sigue, va bien, va bien» no cesan en la cabina.

La entrada en Ferrol

Todavía falta el tramo más farragoso. La pala accede al núcleo de Ferrol a las 13.30 horas. Paraliza el tráfico, algo a lo que los conductores están acostumbrados, aunque no por ello se quejan menos. Pasa una rotonda, otra al lado del hospital, una tercera y una más, donde le abren paso por una entrada en obras hacia el acceso norte de la AP-9. Desde allí, al puerto, donde 1 hora y 15 minutos después de empezar el viaje, descargan el monstruo.

Dos semanas antes, la pala no existía. Es el tiempo que tarda en fabricarse en la planta de Siemens Gamesa, donde va pasando de nave a nave hasta que queda lista para cargarla en el camión. Antes de elevarla, los operarios tardaron entre seis y ocho horas en colocar dos estructuras de sujeción, una en la raíz y otra en la punta, gracias a las que viaja segura en la plataforma. «La inclinación de 45 grados, que se hace con mucho cuidado para no dañar la pala, es lo más complicado», explica Jesús Chueca, gerente de la planta de producción.

Una vez culminado este proceso y pasada la revisión de calidad, se espera la llegada del camión, que entra marcha atrás. La pieza asciende con la ayuda de dos grúas pórtico, se coloca al milímetro y queda lista para el transporte. «Con un bicho de 13 toneladas, cualquier tontería es un peligro tremendo», concluye Jesús.

De allí salen unas 360 palas eólicas al año que navegarán desde el puerto a aerogeneradores de toda Europa.