Feijoo y Rajoy: el juego de la sucesión

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

GALICIA

El presidente de la Xunta no da pistas sobre su relevo y afronta a la vez el reto de sustituir al líder del PP, que no quiere irse

14 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Una de las mayores muestras del poder absoluto y el control total que en este momento ejerce Alberto Núñez Feijoo sobre el PPdeG la da el hecho de que, después de ocho años en la presidencia de la Xunta, haya sido posible que llegáramos hasta el día de ayer sin que nadie fuera capaz de aventurar con total seguridad si haría o no cambios relevantes en su Gobierno para afrontar un tercer mandato que será sin duda alguna el más trascendente de la era Feijoo, y sin que se produjeran filtraciones sobre su deseo de mantener su equipo inalterado. La otra prueba que evidencia ese dominio total es que ni siquiera hoy, cuando su nuevo Ejecutivo ya está formado, sea posible apostar unos euros a quién será su sucesor y tener una expectativa razonable de que quien se juegue sus cuartos gane el envite y recupere lo jugado.

La continuidad de todo el gabinete es un hecho desconcertante y con escasos precedentes, que impide hacer análisis y hasta elucubraciones de por dónde discurre la ruta de la sucesión y que descoloca a todos, en el PP y en la oposición, que es a lo que juega Feijoo. Y no es casualidad que esas dos mismas características, la de mostrar sin alardes el control absoluto de su partido y el evitar que sea posible hablar de un sucesor claro, las comparta el líder del PPdeG con Mariano Rajoy. Los dos políticos, que en realidad son personas muy diferentes y comparten muy poco a nivel personal, más allá del hecho mismo de ser gallegos, han acabado formando con los años una pareja peculiar. Feijoo, obviamente, ha aprendido mucho de Rajoy, pero lo ha reinterpretado a su modo, como esos cocineros que deconstruyen algo tan clásico como la tortilla de patatas. Se conocen a la perfección sin necesidad casi ni de comunicarse entre ellos. Y manejan unos códigos propios. Se entienden, pero, a pesar de lo que algunos piensan, no forman ni mucho menos una sociedad mutua de intereses. Se profesan respectiva lealtad, pero mantienen también entre ellos una cierta cautela que les lleva a mirarse por el rabillo del ojo para adivinar cada uno las intenciones finales del otro.

Esa especie de desconfianza amigable va a acentuarse inevitablemente durante esta legislatura que comienzan casi al alimón y que supone la prueba de fuego para ambos. Rajoy se enfrenta al reto de demostrar que es un político capaz de gobernar y hacer las grandes reformas que necesita el país forjando acuerdos y sin el colchón de una mayoría absoluta, que es como se han encumbrado siempre los grandes políticos de la historia. Y Feijoo afronta el desafío de convertir su tercer mandato en el de las grandes transformaciones que permitan el impulso definitivo de una Galicia que hasta ahora se ha tenido que limitar a mantener a flote.

En el trasfondo de esos desafíos está el futuro del PP. A estas alturas, nadie duda de que si Feijoo salda con éxito el mandato que inició ayer será el próximo líder de los populares. Alcanzar esa meta dependerá en buena medida de que sea capaz de ofrecer un perfil propio e incluso de enfrentarse a Rajoy cuando sea necesario en estos próximos años. Pero Rajoy no se lo pondrá fácil, porque él, el que siempre resiste, no tiene intención de que este sea su último mandato.

Rajoy jugará fuerte para ganarse el apoyo del PSOE

Mariano Rajoy sigue empeñado en pactar los Presupuestos con el PSOE, por más que los socialistas traten de apartar ese cáliz y animen de nuevo al presidente del Gobierno a buscarse los garbanzos en otro sitio, como hicieron antes de acabar facilitando su investidura mediante la abstención. El líder del PP es consciente de que tiene relativamente fácil aprobar las cuentas públicas con apoyo de Ciudadanos, PNV, Coalición Canaria y el diputado de Nueva Canarias. Pero entiende que esa fórmula implica para él una dependencia excesiva de Ciudadanos. Algo de lo que huye por encima de todo. Y está dispuesto a jugar muy fuerte para ganarse el apoyo o la abstención del PSOE y no depender así de Rivera.

La Xunta no pasará ni un trato de favor a Cataluña

Rajoy es consciente de que en esta legislatura tendrá que pactarlo todo, desde los Presupuestos a la más mínima reforma legal, repartiendo juego ora hacia la izquierda, ora hacia los nacionalistas. Pero no va a ser el Parlamento el único escenario en el que tendrá que hacer equilibrios. Feijoo ha dejado claro desde el minuto uno que ya no es tiempo de secundar sin más en el Consejo de Política Fiscal y Financiera lo que decida el ministro Cristóbal Montoro. Y que, por más que a Rajoy pueda acabar viniéndole bien, no aceptará ninguna prebenda más desde el Gobierno hacia Cataluña como las que ha habido en la pasada legislatura. A partir de ahora, Rajoy tendrá que pactar también con Feijoo.

Moncloa, ante el desafío de tender puentes con Trump

No es Rajoy un político al que le guste mojarse en cuestiones que escapen a su control. Pero, rompiendo la norma, había apostado claramente por la victoria de Hillary Clinton en las elecciones de Estados Unidos. Al presidente del Gobierno y a sus fontaneros, empezando por Jorge Moragas, les aguarda ahora la tarea de emprender desde cero la relación con Trump. Pese al pesimismo de algunos líderes populares, es posible que Rajoy acabe teniendo mejor sintonía con el nuevo presidente norteamericano, con el que obviamente no comparte formas, que con Obama o Clinton, cuyo deseo constante de mostrarse intelectualmente brillantes está muy lejos de la concepción de la política que tiene Rajoy.