A los conocidos no les encaja nada de lo que está ocurriendo. «Nin viñeron por el, nin despois a buscar as armas de caza, que están no armario», apuntan. Narran que Arturo llegó al cuartel de Arbo, a apenas quince minutos de San Amaro, en su propio coche tras recibir la llamada de la Guardia Civil pidiéndole que se acercara. «Cando o chamaron estaba axudando nunha churrascada aquí ó lado. Pedírallo un amigo que estaba facendo a festa para os veciños», cuentan. Tampoco entienden por qué se le da importancia a su afición a la caza. Arturo, que trabaja como autónomo con maquinaria de construcción, también cuidaba de un coto privado de la zona por encargo de su dueño. «Era un máis; por aquí cazadores son case todos», matizan.
Fina Ulloa