Tras 42 años de vuelos, un comandante se despide en un viaje a Galicia entre aplausos del pasaje y hablando de seguridad aérea y de estrellas
23 abr 2015 . Actualizado a las 16:59 h.Juan Sol nunca lleva el piloto automático. Al menos en lo que a sus pasajeros se refiere. El veterano piloto de Iberia lo demostró una vez más este fin de semana, cuando en un vuelo entre Madrid y Alvedro se paró a enseñar las constelaciones a los viajeros, a explicar detalles del Camino... Y sobre todo a mantener tranquilos a los que se habían subido a su avión.
La del domingo no fue la primera vez, pero sí una de las últimas. Porque está a punto de jubilarse. Sol recibe a sus pasajeros para transmitirles tranquilidad desde que comenzó a volar, en el año 1973, cuando tenía 17 años. Pero desde que el 24 de marzo el Andreas Lubitz decidió estrellar el Airbus de Germanwings en los Alpes franceses, Sol nota que «la gente vuela con más miedo». Algo que es normal «porque si Dios quisiese que volásemos nos dotaría de alas, y en cambio lo tenemos que hacer en un medio no natural para el ser humano, en un cajón metálico».
Ya en el aire, Sol cambia el guion establecido por las compañías para dirigirse a sus pasajeros, «porque es la misma letanía, y a 30.000 pies de altura la gente ni te escucha». Por eso hace lo que el pasado domingo cuando volaba desde Madrid a Alvedro: cambiar el discurso.
Un guía de altura
Juan Sol, además de pilotar, hace de guía. Sus estudios de periodismo, sus conocimientos en astronomía y en historia hacen del avión una sala de conferencias, pero con imágenes en vivo y en directo. «Cuando el pasado domingo por la noche volábamos a A Coruña vi la constelación de Orión y les expliqué que ahí iba a descansar Osiris, el dios egipcio de la resurrección», cuenta. Esta y otras historias sobre el Camino de Santiago hicieron que los 50 minutos que dura el vuelo se realizasen entre aplausos. «En Londres llegaron a despedirse con abrazos y besos».
Cuando su avión atraviesa turbulencias tranquiliza al pasaje diciéndole que «no pasa nada, que la nave es muy flexible. Que solo los guionistas de cine hacen tambalear la aeronave», dice. Presenta a su tripulación, preparados hasta el límite, habla del mantenimiento de los aviones, «que están muy mal educados de tanto que los revisan», dice.
Pero sobre todo, Juan le explica que «el subidón de un piloto es llevar atrás a cientos de personas y que sus vidas dependen de mí. Al cerrar las puertas ya no puedo culpar a nadie de lo que ocurra. Eso es seguridad».
Sol hará su último vuelo el domingo, después llevar a unos de 2,5 millones de pasajeros, y se va con cientos de cartas manuscritas que le hicieron llegar los pasajeros felicitándole por su forma de pilotar, con cientos de referencias a él en las redes sociales.
Sol se va para conocer por tierra zonas que descubrió desde el aire, sobre todo de Galicia, de donde son sus abuelos.