«El Códice fue robado con un objetivo y ese objetivo se cumplió»

camilo franco MADRID

GALICIA

«En los robos siempre hay motivos económicos, pero en este caso no»

28 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

A partir del día 19 de enero el ruido volverá a escucharse alrededor del Códice Calixtino. El comienzo del juicio contra Manuel Fernández Castiñeiras revivirá uno de los episodios más singulares de la historia del robo de piezas patrimoniales. En el centro de la investigación, pero lejos del ruido, estuvo Martina González Antolín. La inspectora de la Brigada de Patrimonio tiene estos días un alter ego en la policía que investiga el caso en la miniserie Códice, cuyo último episodio emite TVG el próximo martes porque, por una vez, el cine llegó antes que el juicio.

-¿Cuáles fueron las dificultades de la investigación?

-Cuando aterrizamos en Santiago de Compostela nos encontramos con un montón de situaciones que de por sí eran un problema. La primera de ellas fue el propio espacio. La catedral es un templo abierto en el que la gente entra a rezar, a visitar, a peregrinar. Nos encontramos con una relajación en las medidas de seguridad. La segunda fue la gente implicada, que en la mayor parte de los casos tiene un carácter y unas circunstancias que cuando menos son singulares. La institución también fue una dificultad porque la Iglesia no es como otra institución cualquiera, tiene sus peculiaridades, con mucha gente mayor en el cabildo, con unas dinámicas y unas rutinas muy marcadas y con unas tensiones internas que no ayudaron. Digamos que no es un ámbito fácil para una investigación. También sucedía que no había ningún tipo de registro sobre cómo se movía el Códice. Dependíamos de la memoria del deán y de sus colaboradores.

-El resultado final fue sorpresivo, inesperado.

-En los robos de patrimonio siempre hay una motivación económica. Pero en este caso no. En este caso la motivación era otra, el robo se produjo por otra causa, pero una causa tenía. ¿Para qué lo robó? Esto tendría que decirlo Manolo, pero el robo del Códice tenía un objetivo y ese objetivo se cumplió. Manolo no lo hizo porque sí, no obtuvo ningún beneficio por robarlo. En realidad fue su ruina, por así decirlo. Él lo hizo con una finalidad muy clara y esa finalidad la consiguió.

-¿En la investigación temieron que el Códice pudiese desaparecer?

-Desde nuestro punto de vista, el Códice Calixtino era imposible colocarlo en el mercado. La idea tópica que se tiene de un coleccionista que encarga el robo y que lo esconde para verlo él es más un argumento de película. La realidad que nosotros conocemos no es así. En el caso del Códice, una vez que los indicios señalaban a la misma persona, si presionábamos en exceso podíamos provocar que la pieza desapareciera porque no teníamos control sobre las reacciones de esa persona y lo lógico es actuar para recuperar la pieza. En este caso, siempre tuve la certeza de que si lo había robado Manolo, no lo había destruido porque para él el libro también era importante.

-En una investigación como esta ¿por dónde se empieza?

-No descartamos nada. Revisamos todas las posibilidades. No se descartó ninguna línea y cuando se abría alguna nueva la investigábamos por completo. Certezas no tuvimos nunca. No trabajamos con certezas hasta que encontramos el Códice. Teníamos claro que había sido una persona de dentro o alguien que había contado con la colaboración de alguien de dentro porque el robo fue un robo limpio, no había ningún tipo de huellas. Aunque no había medidas de seguridad eficaces, no todo el mundo sabía dónde estaba guardado ni cómo se llegaba hasta el libro. O era alguien de dentro o alguien de dentro había colaborado. Empezamos investigando a personas que estaban relacionadas con robos anteriores en la catedral.

-¿Ese perfil de sospechosos incluía a Manolo?

-Él iba a la catedral como una persona devota. Asistía a misas, rezaba, iba a las novenas. Iba todos los días, era un asiduo. Lo llevaba haciendo desde el 2005 y el robo fue en el 2011. Conocía perfectamente la catedral y se movía por ella como si fuese de la casa. La importancia de la pieza es algo que Manolo no calculó. La repercusión mediática lo superó hasta el punto de que si en algún momento quiso dar marcha atrás, no le fue posible. No digo que tuviera la intención de devolverlo, pero si la tuvo en algún momento la repercusión lo paralizó.

-¿En qué momento la investigación se centró en él?

-Pasados unos meses, las líneas de investigación apuntaban todas en la misma dirección. Todo los indicios confluían en la misma persona, en este caso en Manolo. Conocía el lugar y era conocido por la gente de la catedral porque para que alguien se moviera por allí sin levantar sospechas tenía que ser conocido de la gente. Nos quedamos solo con esa línea y de no haber sido él, no tendríamos otra opción.

-¿Y el dinero encontrado a Fernández Castiñeiras?

-Eso no lo esperábamos. Fue la gran sorpresa. No sabíamos que faltaba tanto dinero de la Catedral porque nadie denunció la falta de otra cosa que no fuese el Códice. Si lo hubiéramos sabido, habríamos tenido otro indicio para investigar, pero nadie denunció que en la catedral faltase dinero.

-¿Cuál fue la clave de la investigación para usted?

-El conocimiento del entorno y de la gente de la catedral, que en muchos casos tenían unas circunstancias muy singulares. Cuando conoces el entorno y las personas y las relaciones entre ellos, que tampoco son las habituales, es cuando te haces las preguntas sobre motivaciones y oportunidades.

«Los policías dormíamos a 400 metros de donde estaba escondido el libro»

La resolución del robo del Códice Calixtino supuso un alivio generalizado y la demostración de que la realidad casi nunca se deja escribir sus guiones por la ficción. Ni encargos, ni coleccionistas, ni maniobras sorprendentes, ni habilidosos ladrones con pasaporte falsificado. La realidad estaba a la altura de un garaje de Milladoiro reconvertido en trastero que, para ser más realistas, ni siquiera figuraba a nombre de su único usuario, Manuel Fernández Castiñeiras.

La plaza de garaje cerrada que escondía el Códice Calixtino no estaba tan lejos de la policía. Martina González Antolín explica la sorpresa de «encontrar el Códice en ese registro», «porque ya llevábamos registrado mucho y por las condiciones del sitio». El otro motivo que llamó la atención de los investigadores, una vez recuperada la pieza, fue la ubicación de la plaza de garaje. Con cierto sentido del humor la inspectora explica que el equipo de la Brigada de Patrimonio dormía muy cerca de ese trastero, «la policía dormía a 400 metros de donde estaba escondido el libro». Durante una parte de la investigación estaban alojados en un hostal de Milladoiro próximo y, según Martina González Antolín, «la recuperación del Códice nos pilló por sorpresa y ni siquiera teníamos con qué envolver la pieza, tuvimos que subir al hostal y coger unas toallas de nuestras habitaciones para cubrir el libro y protegerlo hasta la entrega, así de cerca estaba el garaje de donde dormíamos nosotros».

-¿Hay algún procedimiento espacial en los robos de patrimonio?

-Los robos de obras de arte no tienen parámetros comunes, cada investigación es completamente diferente, ¿por qué? Porque el lugar dónde se produce es muy importante y son lugares muy diferentes. También cuenta mucho el objeto robado, porque según el tipo que sea puede tener comercializaciones muy distintas, genera expectativas muy distintas. A la investigación de un robo hay que ir con la mente en blanco. A posteriori todo es muy evidente, pero de entrada no se tiene ni idea de quién o por qué ha cometido el robo. No se puede seguir una investigación con un razonamiento lógico. Lo habitual es que la finalidad de un robo de piezas de arte sea económica. De manera que el momento más fácil de localizarlas es cuando salen al mercado y se mueven. Pero en este caso no fue así y eso marcó la investigación.