Currás, Hernández y los cerezos en flor

Laureano López
Laureano López CAMPO DE BATALLA

GALICIA

10 jun 2014 . Actualizado a las 12:05 h.

Ángel Currás le sobraron muchos días, probablemente todos, como alcalde de Santiago, pero especialmente siete, los que van de la rueda de prensa de ayer a la sentencia que inhabilitó a otros tantos concejales de su desgobierno. Currás debió dimitir con ellos porque un alcalde debe acompañar a sus ediles caídos en desgracia, especialmente cuando esta desgracia la promueve el que manda, porque la ya famosa junta de gobierno no fue una ocurrencia de un ordenanza del Concello. Como no asumió su error, perdió las opciones de abandonar de forma algo honorable una alcaldía a la que, dijo ayer, llegó «por la pasión que tenía por Compostela». No entendió que Compostela es mucho más que una palabra o tres (Santiago de Compostela). Ahora parece que será concejal, lo que constituye el anuncio más sorprendente, e inexplicable, de su última rueda de prensa. Con su caída, queda claro que la semana pasada él y Feijoo no solo charlaron de Japón. Seguramente el que más habló fue Feijoo, consciente ya de lo que se jugaba como presidente doble: de la Xunta y del PP gallego. El que podrá ver florecer cerezos desde el pazo de Raxoi es Agustín Hernández, al que le toca recuperar la confianza de los vecinos en su ayuntamiento. Con estos precedentes, Conde Roa y Currás, cabe pensar que llega con la lección aprendida. Que es sencilla: los votos no son un folio en blanco que el gobernante de turno puede emborronar a su antojo, y en provecho propio.