El paso que va de lo sublime a lo ridículo

GALICIA

28 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

La despedida a Adolfo Suárez ha emocionado estos días a todo un país. Entre otros efectos, ha tenido el de rescatar de la memoria una forma de hacer política: el espíritu de consenso que alumbró la transición y que tanto añoran los ciudadanos al ver cómo se conduce la actual clase política. En esas andábamos cuando el recuerdo de los pactos de la Moncloa nos lleva, de golpe y sin anestesia, con la realidad del pacto municipal de Vigo. Antes, los acuerdos entre partidos consistían en hacer cesiones apelando al bien común. Ahora, por lo visto, esos acuerdos se traducen en posiciones inmovilistas y más confusión ciudadana.

El alcalde socialista compareció ayer con una sonrisa de oreja a oreja para anunciar que había logrado el apoyo del PP a sus presupuestos, pero al mismo tiempo negó que haya cambiado de posición sobre los proyectos que impulsa la Xunta en la ciudad. Y ahí está la clave de la cuestión: los vigueses tienen que aplaudir un pacto que no consiste en que sus políticos remen en la misma dirección. Se vende como consenso un texto que hace todo tipo de piruetas verbales para esconder que en realidad no hay demasiado acuerdo. Caballero asegura que sigue oponiéndose al nuevo hospital, que es la obra de más envergadura que se acomete en Vigo desde hace mucho tiempo. También advierte que no está dispuesto a financiar a cualquier precio el transporte metropolitano y supedita los nuevos juzgados a la subasta de pisos municipales. Curioso consenso, pues, que no consiste en desbloquear obras e impulsarlas juntos sino en otra cosa que permanece en la nebulosa y que todavía está por explicar.

Quizás se conozcan algún día las razones que han llevado al portavoz del Partido Popular de Vigo a dar este paso y brindar su apoyo a un alcalde que pisotea las líneas rojas que le marcó al comienzo de la negociación. Ya lo dijo Napoleón: «De lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso». Sublime es hacer cesiones y remar de la mano, como hicieron los señores que instauraron la democracia en España. Ridículo es pactar obras y rechazarlas.