El cabecilla del rapto: «No fue un secuestro, fue una represalia»

Á. M. Castiñeira / A. Mahía REDACCIÓN, A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

La jueza ratificó la prisión para los 8 presuntos captores de Abel Diéguez

30 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El económico no era el único móvil. Tras el rapto de Abel Diéguez había también una venganza. Lo dice Jesús Mejuto, considerado el cabecilla del grupo de ocho personas arrestadas por llevarse de un monte de Aranga a punta de pistola al industrial y mantenerlo retenido cinco días en un galpón en Lalín. «No fue un secuestro, fue una represalia por una madera que me robaron», aseguró ayer tras declarar en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Betanzos.

Puede que este hombre no mienta y se refiera a la deuda que una empresa familiar del secuestrado, hoy liquidada, mantiene con el padre del supuesto autor intelectual. El impago se arrastra desde el 2011, cuando Abel Diéguez, su hermano Jorge y su padre explotaban Dieda Forestal e Inversiones. El 8 de febrero de aquel año, la empresa del secuestrado y la familia del secuestrador firmaron un contrato en el que los Diéguez se comprometían a talar y vender la madera de una finca de los Mejuto. Pero de los 34.000 euros pactados, la familia del supuesto cabecilla solo recibió 22.000. Acudieron a los juzgados, que les dieron la razón, condenando a los Diéguez a pagar los 12.000 euros restantes más intereses. Nunca lo hicieron.

La declaración de Mejuto ante la jueza María Piñeiro Garabana, que esta semana se hizo cargo del caso, sirvió para ratificar en esencia lo que ya había dicho el pasado domingo ante la titular del juzgado de guardia, circunstancia que se repitió -«salvo leves variaciones», precisaron fuentes del proceso- en cada uno de los testimonios de los imputados. Mejuto insistió en que él, en solitario, urdió el plan. Según las mismas fuentes, «asumió toda la culpa». Los otros imputados trataron, en mayor o menor medida, de exculparse. Sobre todo Isabel Martínez y sus padres.

Riesgo de fuga

El presumible líder del grupo reconoció, además, que raptaron a Abel Diéguez por error, que él no era el objetivo. Este testimonio coincide con lo que el industrial explicaba ayer mismo en una entrevista en La Voz.

Después de tres horas de declaraciones -en cuyos descansos se vieron los lloros de Isabel y se oyeron las quejas de Miguel Martínez porque las numerosas cámaras presentes estaban «grabando a inocentes»- y dos más de espera, la jueza ratificó la orden de prisión para los ocho. Todos por secuestro y algunos, además, por tenencia ilícita de armas. Entre los argumentos que constan en el auto, el «riesgo de fuga» existente.

Las defensas, ejercidas en todos los casos excepto en el de Jesús Mejuto por letrados asignados por turno de oficio, manifestaron ayer su intención de recurrir esta medida, para lo que disponen de tres días.