Caballo de Troya

Laureano López
Laureano López CAMPO DE BATALLA

GALICIA

24 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Como animal político indiscutible que es, salvando las distancias y los zapatazos, solo quizás a la altura de Manuel Fraga en Galicia, Xosé Manuel Beiras regresó al Parlamento montado sobre un caballo de Troya: dispuesto con él a pulverizar el Parlamento, porque, dice, el que hay no sirve, está podrido, muerto; dispuesto a que al Parlamento no lo reconozcan mañana ni sus padres, pero haciéndolo sentado en los escaños, creyendo de que desde fuera de O Hórreo pocas cosas de dentro se pueden cambiar. El fracaso de Beiras, saliendo por piernas del BNG, exhalando volutas de humo, bufanda al viento, fue el acontecimiento político más exitoso que se recuerda en Galicia: ya prácticamente desahuciado para la política parlamentaria, regresó pasándole por encima al BNG y hablando de tú a tú a un PSOE que no es ni una sombra de lo que, más que ser, pudo ser. Explotó el discurso de Beiras en el mejor momento, conectando con un electorado que no encontraba respuesta a sus gritos de desesperación en la política tradicional. De ahí que sus salidas de madre (por ejemplo, con los recortes en la sanidad, dijo, el PP está llevando a cabo un genocidio) provocasen adhesiones exultantes a su, más que proyecto político, quizás sea mejor decir antipolítico. A partir de ahí, y con 270.000 parados en Galicia, el viento sopló a favor de AGE, la coalición que, poco tiempo después, tomaba, casi literalmente, el Parlamento. Efectivamente, hacían falta respuestas y ni PP, ni PSOE, ni BNG las ofrecían. Pero ese caballo de Troya que iba a ser el instrumento perfecto para cambiarlo todo está ya domesticado. Apenas un año después de la entrada de AGE en el Parlamento salen a la luz las formas de la política tradicional que tanto condenaban: la querencia, antes que a nada ni a nadie, al escaño. Se vio en el caso danés. Llegar con la intención de cambiarlo todo tiene a veces estos finales: en cuanto el caballo de Troya entró en el Parlamento, le cogió gusto al establo, y la lucha interna pasó a ser primer plato del menú del día, por delante de «los problemas reales de la gente». Y así (y, desde luego, unido a la imperdonable justificación de actos terroristas por parte de Beiras) el fracaso más exitoso de la reciente historia política gallega va camino de acabar siendo justo lo contrario: el éxito más desastroso que se recuerde. Lo cual, a fin de cuentas, es rematadamente malo para todos, incluso para la política (no, claro, para los políticos acomodados, los que viven no para, sino de la política) pues así triunfará la tesis, beneficiosa solo para ellos, del PP y del PSOE de siempre: no somos los mejores, pero sí los menos malos, y esto, resignaos, es lo que hay. Porque si no os resignáis, ya lo estáis viendo, aún puede ser peor.