El accidente aéreo de Montrove, la otra gran tragedia de Galicia

Eduardo Eiroa Millares
Eduardo Eiroa A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

XOSE CASTRO

El vuelo 118 de Aviaco con destino a Alvedro se estrelló en 1973 en esta parroquia de Oleiros. Hoy se cumplen 40 años de un accidente aéreo que se cobró 85 vidas

13 ago 2013 . Actualizado a las 14:11 h.

El 13 de agosto de 1973 la mañana estaba cerrada de niebla. A veces, entre los jirones de bruma, se veían trozos de tierra. A Coruña estaba allí abajo. Rafael López Pascual dio varias vueltas esperando que las condiciones mejoraran. El piloto cordobés, de 34 años y con 8.600 horas de vuelo a sus espaldas, había sido advertido de la posibilidad de desviarse a otro aeropuerto. Pero el vuelo 118 de Aviaco que enlazaba Madrid con A Coruña tenía combustible suficiente y el capitán prefirió esperar e intentarlo. Todos querían llegar pronto a su destino. Pero ese destino era otro.

A las 11.42 horas de aquel día se escribía la página más negra de la aviación civil en Galicia. Un fallo humano del piloto le costaría la vida a 79 pasajeros y a seis tripulantes. El avión descendió demasiado, tocó con un ala con un grupo de eucaliptos y se estrelló contra un pazo en Montrove (Oleiros). Como en Angrois, los vecinos fueron los primeros en acercarse. Cuatro décadas después, no olvidan lo que vieron.

Entre los primeros en llegar, Juan José Vázquez y Manuel Temprano, Pureno. «Algo coma iso quédache para toda a vida», cuenta Temprano. Cuando él llegó ya estaba allí Juan José tratando de ayudar al único superviviente, un hombre que permanecía sentado en su asiento, entre los restos, y que moriría unas horas después en el hospital. «Fun correndo a coller un coitelo para cortar o cinto e sacalo de alí», cuenta. Con la cara destrozada, todavía movía las manos. Era el único.

«Foi horrible, había corpos carbonizados, unha muller que parecía unha azafata con dous nenos collidos baixo os brazos...», narra Juan José recreando unas macabras escenas que no se le van de la cabeza.

En su caso salvó la vida de milagro. Estaba en su taller, a unos metros del Pazo do Río, donde cayó el avión. Ese día tenía que ir a ese edificio a instalar un cierre. Era día 13 y, por superstición, prefirió dejarlo para otro día. Eso le salvó la vida a él y a los operarios que lo iban a acompañar.

Otro de los testigos, Pilar Babío Rocha, cuenta que también escapó de la muerte de milagro una vecina, Amparo, a la que literalmente le cayó un avión al lado. «Eu o avión o vía dar voltas e voltas e voltas, logo sentín semellante estrondo», rememora.

Le gritaba a los vecinos que corrían hacia el lugar del accidente que no se metieran porque tenía miedo de que también a ellos les pasara algo. De hecho, hubo varias explosiones tras caer la aeronave. Pilar cuenta que la ayuda desinteresada se repitió en esas horas. Muchos coches paraban y ofrecían su colaboración. Ya no hacía falta porque pronto la Guardia Civil acordonó la zona.

«A xente trouxo mantas e cousas para algo, pero pouca cousa, porque non había nada que facer», apunta Juan José, que guarda en casa una pieza del avión como recuerdo de aquel desastre. Entre él y Temprano retiraron cerca de 20 cadáveres del aparato siniestrado.

Uno de los rescatadores

Luis Matalobos Sobrado era un joven de 22 años que en 1973 estaba haciendo la mili en la Cruz Roja de A Coruña. Fue uno de los primeros en llegar al lugar del accidente. Se pasó allí todo el día ayudando en lo que podía y en lo que le ordenaban.

Al principio, dice, pensó que podía hacer algo por salvar alguna vida, pero muy pronto perdió la esperanza de conseguirlo. «Voy a estar aquí hasta que aguante», dice que pensó al llegar. Estuvo todo el día.

«Había un olor pegajoso que se te metía hasta el tuétano y que todavía recuerdo», apunta Matalobos, que cuenta detalles que es mejor no reproducir. Para quien lo vivió, 40 años no son nada.

Salvó la vida porque era día 13 y, por superstición, no fue a trabajar

Como en Angrois, los vecinos fueron los primeros en llegar al lugar del accidente