El lado oscuro de María del Mar

Alberto Mahía A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

La sentencia de los mellizos describe a una madre cegada por el asesino

28 mar 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Al conocerse la sentencia del crimen de los mellizos, nadie preguntó cuánta pena le había caído a él. Preguntaban por el castigo que la jueza le impuso a ella. Porque ella era la madre de los niños y pocos entendían cómo una mujer podía cegarse tanto por un hombre hasta el punto de taparse los ojos y los oídos cuando sus amigos le decían que lo dejara, que iba a terminar matando a sus hijos.

La noticia estaba en ella, y la Justicia la cercó, imputándola apenas dos meses después del doble crimen, ocurrido el 21 de agosto del 2011 en un piso de la calle Andrés Antelo, de A Coruña. Desde entonces, los focos la apuntaron y no se separaron de ella. María del Mar Longueira dejó de ser una madre destrozada y merecedora de todo el apoyo y el cariño de la gente para estar en boca de todos. Las acusaciones la dibujaron como a una mujer perversa capaz de las mayores atrocidades para mantenerse cerca del hombre de su vida. «Estaba perdidamente enamorada», llegó a confesar. Escarbaron en la corta vida de esos pequeños de 10 años y salió el guion de una de esas películas de sobremesa. De las que están basadas en hechos reales. Esto que sigue es lo que escribió la presidenta del tribunal que la juzgó en una sentencia que la encerrará en una celda los próximos 12 años, y basado en los testimonios de testigos.

Una vida de terror

Alejandro y Adrián no tuvieron un instante de sosiego desde que vieron la luz. Su madre, María del Mar Longueira, que hoy tiene 40 años, los tuvo fruto de una relación con un hombre que nunca se preocupó de ellos. Ni de ella. Se separaron cuando apenas los críos eran bebés y el individuo no los volvió a ver vivos, aun residiendo en la misma ciudad. Por supuesto que tampoco les pasaba la pensión alimenticia. Al poco tiempo de su nacimiento se evidenció que Adrián presentaba retraso mental y de aprendizaje.

Tras el divorcio, los menores quedaron con la madre. La convivencia fue difícil. La procesada les dispensaba una atención «en ocasiones pasiva y de dejación, y en otras fuertemente agresiva». Tal conducta conducía a los menores «a vivir en un continuo estado de temor e intranquilidad». Había cachetes por lo más nimio. Gritos y descalificaciones. «Les decía que no se merecían nada, dirigiendo insultos hacia ellos, como cabrones e hijos de puta».

En septiembre del 2010, y a través de una agencia matrimonial, conoció a Javier Estrada, nueve años más joven que ella. Fue un amor a primera vista. Solo dos semanas después ya estaban viviendo juntos. Al principio, solo se fue con ellos Adrián, pues María del Mar le ocultaba la existencia de sus otros dos hijos. En dos meses le contó la verdad y se llevó a casa a Alejandro.

El comportamiento «violento de la procesada con sus hijos no solo continuó, sino que se exacerbó por la presencia de su nueva pareja que, ante su falta de aceptación de los niños, tensionó todavía más el ambiente familiar». Javier Estrada desarrolló desde el primer momento una «actitud absolutamente agresiva con los dos niños, a quienes dispensaba un trato violento y despótico en grado sumo, imponiéndoles sus ideas extremas del orden y la disciplina, con el conocimiento y aquiescencia de la madre, quien presenció multitud de esos actos violentos». Javier los descalificaba públicamente. Les decía «locos, inútiles, salvajes y tontos». Les gritaba, se dirigía a ellos en tono airado y agresivo, les daba frecuentes empujones, golpes en la cabeza y en las nalgas y les tiraba de las orejas con tanta fuerza que los levantaba en el aire. No contento, los amenazó con meterlos internos. Esta última amenaza incluso intentaron los dos procesados materializarla acudiendo a diferentes instituciones públicas tratando de conseguir informes para obtener el ingreso de ambos.

En eso, se les ocurrió tener su propio hijo. Pero por inseminación artificial con donación de un tercero, porque Javier no se fiaba ni de él mismo, no quería que llevase su sangre por miedo a que saliera con los mismos problemas psiquiátricos que él. Las discusiones entre ellos eran frecuentes y Estrada abandonó hasta tres veces el piso. Ella le suplicaba que volviese. Y él la obligaba a elegir. O él o sus hijos. La respuesta ya se sabe. Y así se llegó al 21 de agosto del 2011. El día de la atrocidad.

La pareja recurre

Si el recurso que presentará su abogado no prospera, Mar Longueira ingresará en unos meses en la cárcel. También recurrirá la abogada del condenado, Lucía Rama, que insiste en los problemas mentales de su cliente. Quienes no apelarán serán las acusaciones particulares. Tanto la Fiscalía como las acusaciones están conformes. Para ellos, se hizo justicia.