Nunca Máis vuelve a la calle

Alberto Mahía A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

GUSTAVO RIVAS

Unas 250 personas, en su mayoría del BNG, se concentraron a las puertas del juicio

17 oct 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

El recinto ferial que acoge el juicio del Prestige se parece a un tribunal como un gato a un jilguero. Pero tenía que ser ahí porque no hay en A Coruña una sala para tanta toga. Xustiza puso el edificio a la última. No le falta de nada. Como si se hubiese dedicado a eso toda la vida, la Consellería de Presidencia encargó a los responsables de Expocoruña la organización, y puso bar donde no lo había, un ropero que nadie utilizó, un espacio de prensa que acoge a los cerca de 200 periodistas acreditados, un control de acceso como el de un aeropuerto y una sala en la que se celebra el juicio de 450 metros cuadrados, con 200 asientos para el público y 30 para los medios de comunicación. Todo eso costó más de 1,3 millones de euros. El dato no es despreciable teniendo en cuenta que hay 2.128 partes personadas, 133 testigos, 98 peritos, 50 abogados y 21 procuradores. Y fuera, gente hasta del Herald Tribune o Radio France.

Ahí dentro empezó el juicio, y fuera quedó visto para sentencia. A ninguno de los que estaban empapándose bajo la lluvia le hizo falta leerse los 200 tomos de la instrucción judicial con sus 270.000 folios para impartir justicia y repartir responsabilidades. Lo tienen claro. «Ahí dentro no están todos los culpables, faltan los políticos que gestionaron una crisis que se convirtió en catástrofe», apuntó Gaspar Llamazares; a Jorquera le hubiese gustado ver a Álvarez Cascos en el banquillo; a Manuel Rivas le alegró el rapapolvos de la Audiencia Provincial de A Coruña a la instrucción del caso por no añadir más imputados a la causa, y Yolanda Díaz lamentó que diez años después de aquello siga sin haber medidas para evitar catástrofes similares. Sus palabras, subrayadas por la pancarta de Nunca Máis, se dejaron oír a lo largo de una hora. De once a doce.

No se sabe si cada vez que llueve en Galicia aparece Nunca Máis, o cuando aparece Nunca Máis llueve seguro. Sea como sea, ayer volvió a llover. Esa lluvia que no para. Como no pararon de cantar y abochornar a políticos de entonces, que algunos son también de ahora. El principal motivo de protesta fue «o mal que o fixeron os políticos» de hace una década. Pero también ponen en tela de juicio lo que hacen los actuales. Porque diez años después del Prestige, la situación, para ellos, parece mucho peor que la que tenían que enmendar.

Ondeando banderas y pancartas de Nunca Máis eran unos 250. Entre los manifestantes había caras y firmas conocidas, como la del parlamentario que ya no lo será Bieito Lobeira, el sindicalista Paulo Carril, la nacionalista Ana Pontón, el candidato a la presidencia de la Xunta Francisco Jorquera, el diputado Gaspar Llamazares y la aspirante de EU Yolanda Díaz o el escritor Manuel Rivas, que atendió a los medios en gallego, castellano y francés. Han acudido a más protestas que años tienen. Pero no fueron a hacer bulto. Fueron a denunciar, a gritar, a entonar el «nunca máis» y a decir que en el banquillo de los acusados cabían muchos más.

Pero de aquellos 200.000 que caminaron por las calles de Compostela en el 2002 y en el 2003 tras la pancarta de Nunca Máis se han producido muchas bajas. Menos cuórum había en el espacio reservado al público en la sala del juicio, pues de 200 sillas solo estaban ocupadas 15. Los que estaban fuera eran en su inmensa mayoría afiliados al BNG y a la CIG. Hubo otros colectivos que también se sumaron a la protesta, como los funcionarios judiciales reclamando lo suyo, y familiares de los náufragos del Quechulo recordando su desgracia.

El símbolo alado

La famosa gaviota manchada de chapapote, el emblema del movimiento, llegó unos minutos tarde. Va camino de leyenda este pájaro. Si no lo es ya. Solo le falta hablar. Revoloteó sobre las cabezas de unos manifestantes que no solo hablaron del Prestige. También hablaron mucho del PP. Pero de populares no había ni rastro. Tampoco de socialistas conocidos.

Francisco Jorquera, el aspirante a la presidencia de la Xunta por el BNG, estaba allí para hablar del Prestige y no de otra cosa. Lo quiso dejar claro cuando le preguntaron también por Beiras. «Eiquí non, máis tarde non teño problema», dijo. Porque ahí concentró toda su rabia en criticar la gestión que llevaron a cabo los responsables de entonces y algunos de los que le sucedieron, pues, según apuntó, poco han hecho para mejorar la seguridad marítima en una costa por la que pasan al día 35 barcos con mercancías peligrosas.

Llamazares también se refirió solo al Prestige. Llegó sin tener muy claro si el abogado de Izquierda Unida iba o no a estar en la sala. Preguntado por ello, el político no lo tenía muy claro. Lo que tenía era prisa. Derramó unas palabras al llegar. Las justas. Entró en el edificio, se fue a la cafetería a tomar un café y se marchó.

El polifacético artista y portavoz de Nunca Máis, Xurxo Souto, leyó un comunicado. Exigió a las autoridades que dispongan «as solucións que aborden a desprotección do litoral galego», pues entiende que, diez años después de la catástrofe, la costa sigue «desprotexida». Tras responsabilizar a los políticos de entonces de la tragedia, añadió que falta mucho por hacer.