Ángel Currás, el alcalde con un exiguo perfil político

xosé m. cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

ABRALDES

Currás, que había ejercido de docente y gestor, tenía un exiguo perfil político

04 ene 2013 . Actualizado a las 04:20 h.

Ángel Currás Fernández (1954) jamás se vio al frente de la capital de Galicia. El obligado anclaje de Paula Prado (segunda del PP en Raxoi) en su escaño parlamentario y el pleno respaldo del alcalde dimitido y de parte del grupo municipal le colocaron en el principal sillón de Santiago.

Con una escasa biografía a sus espaldas, resumida hasta su toma de posesión en tres líneas de Wikipedia, Currás ha ejercido de docente y de gestor. Empezó a cobrar un perfil político, un tanto exiguo y descolorido al principio, a instancias de Gerardo Conde Roa, que le llamó para exprimir su experiencia gestora en el consistorio.

Profesor y catedrático de instituto

Doctorado en Biológicas, desempeñó su docencia a partir de 1978 en Compostela como profesor agregado y, posteriormente, como catedrático en el instituto Xelmírez I. Un compañero del centro, ideológicamente distante, lo cataloga como un buen profesional de la enseñanza, cercano y muy integrado en la dinámica docente. También disfrutó de una estancia de cinco años en calidad de profesor asociado en la Universidad. Como biólogo buceó en diferentes campos. Por ejemplo, estudió la fauna de la ría del Eo y los cuatros tipos de fondos que descubrió en ella.

Era una vida relativamente apacible, pero por sus venas circulaba una sangre más inquieta y, desde la órbita del PP, Currás probó fortuna en la gestión pública como administrador de la Oficina del 2000, montada en el pazo de Bendaña para preparar el proyecto de la capitalidad cultural europea de Santiago. En el seno de un equipo de color socialista, su silenciosa labor contribuyó a que el acontecimiento capitalino fuese lucido.

Justo en el año 2000 fue llamado desde San Caetano, en donde era conselleiro su hermano Celso, para que tomase las riendas de la Cidade da Cultura bajo la égida política de Jesús Pérez Varela. Su labor siguió siendo silenciosa y umbría, pero no así el resultado. En el 2004, en una de sus escasas comparecencias, Currás aún proclamaba que la Cidade da Cultura iba a costar menos incluso de los 133 millones de euros estimados inicialmente. Pero, mientras él la negaba, otros advertían una inusitada voracidad inversora en el proyecto. Quizás con la idea de imprimirle una velocidad como la del Titanic, la Fundación gestionada por Currás adjudicó, con Fraga de presidente en funciones, las obras de los dos edificios del Gaiás hoy paralizados. Los 133 millones formaban parte de una bucólica historia destripada por un enrevesado derroche que acabó en el juzgado, pero no el estrado.

Gran amigo

En el 2005 Currás retornó a las aulas, pero Conde Roa lo llamó dos años más tarde para su proyecto. Un mandato después, el edil se vio dirigiendo con su pálida sonrisa la cultura, la educación y la normalización lingüística en Compostela.

Para Gerardo Conde era mucho más que su primer teniente de alcalde: «Gran amigo, compañero, de una valía espléndida. Currás siempre está alegre y crea un positivo ambiente de trabajo». Era el paño de lágrimas del alcalde, y el que él mismo tuvo que utilizar para secarse las suyas tras la dimisión de su mentor.

Ambos compartieron penas, dichas y polémicas, como la negativa a concederle el teatro Principal al cómico Leo Bassi. O el frenético baile de Navidad en la plaza do Obradoiro que presenció media España. Pero ahí se han acabado las ocurrencias. Currás nunca vestirá el traje tradicional gallego el día del Apóstol.