Decidió abandonarla
Ante tanta adversidad, el sospechoso decidió abandonar la talla en un monte, no fuera a ser que su mala suerte continuase al alza. Además, sabía que la Guardia Civil le seguía la pista porque, gracias a una llamada anónima, se había descubierto que había estado tratando de vender la imagen en un bar de Verín. Infructuosamente, porque nadie quiso pagar un duro por un santo de 70 centímetros de largo, 12 kilos de peso y fabricación industrial. Así que lo tuvo claro: el pasado lunes acudió a un monte cercano a la villa en la que reside y dejó la talla oculta entre la maleza. Estaba en perfecto estado cuando la encontró un particular que paseaba por la zona, porque el acusado, al parecer, se había preocupado de dejarla bien colocada. Tal vez lo hizo para intentar reparar el daño, a su manera, y de paso tratar de alejar de sí la mala suerte.
Un delito de robo
En todo caso, lo que no podrá eludir es una acusación formal por un delito de robo. Dada su explícita confesión, todo apunta a que tendrá que responder ante la Justicia por un delito de robo con fuerza -para entrar en la iglesia habría tenido que forzar la puerta de entrada- que podría acarrearle una condena de prisión de entre uno y tres años. Quizás su arrepentimiento de ahora le sirva como atenuante, aunque será el fiscal quien se encargue de valorar si esa conducta puede ser o no expiatoria. Al menos en lo que respecta a la parte legal. No ha trascendido si el sospechoso tiene o no creencias religiosas. Por sus actos, se supone que no demasiadas, pero después de todo lo que le ha ocurrido, seguro partir de ahora se lo piensa mucho antes de robar en una iglesia. Por si acaso.