La cola del hambre crece en Lugo

Lucía Rey
lucía rey LUGO / LA VOZ

GALICIA

La cifra de personas que acuden al Banco de Alimentos sube cada semana

21 dic 2011 . Actualizado a las 18:29 h.

La imagen de centenares de personas haciendo cola la pasada semana ante el Banco de Alimentos de Lugo dio la vuelta a España. En esta, la afluencia ha ido a más. Una de las que ayer acudieron es María, de 68 años. Las secuelas del derrame cerebral que sufrió hace tres le impiden trabajar para completar los dos años de cotización que le restan para jubilarse. «Traballaba como empregada do fogar. Tiña catro casas e defendíame ben, non lle tiña que pedir nada a ninguén, pero agora os meus ingresos son cero e vivo cunha filla de 40 anos que tamén está no paro», relata mientras baja la mirada. A su lado estaba Maricarmen. Con 32 años, se gana la vida limpiando casas, pero los 200 euros que le pagan apenas alcanzan para pagar recibos de luz, agua y gas. Su marido tiene una discapacidad auditiva y cobra una paga mínima, pero no encuentra empleo. «Cursiños e diplomas ten moitos -aclara-, pero vai buscar calquera traballo e dinlle: ??Xa o chamaremos??; e non o chaman nunca. Ten un fillo de vinte anos que vive con nós. Tivo que deixar de estudar e está buscando emprego».

Las historias de María y Maricarmen son solo dos de los cientos de dramas que, como cada martes, se pueden recoger en la cola del Banco de Alimentos de Lugo. Hombres y mujeres de todas las edades volvieron a pasar horas esperando para recoger los alrededor de cuarenta kilos de alimentos básicos, como leche, arroz, pan, pasta, frutas o verduras, que les ayudarán a salir adelante una semana más.

«O que fan aquí por nós é impresionante. Somos moitos, e cada vez máis, pero eles reparten o que teñen para todos. Se un día non che tocan catro cartóns de leite, tócanche dous..., pero nunca te deixan sen nada».

En los últimos meses se ha disparado la cifra de lucenses que piden ayuda para alimentarse, pero la de inmigrantes se mantiene. «Llevo viniendo más de un año. En casa somos cinco y con lo que me dan podemos comer algo todos los días», señala Tareq, musulmán de origen marroquí que trabajó durante años en la construcción, aunque ahora lleva dos parado. Parte de la gente señala que sus familiares y amigos se encuentran en situaciones parecidas, y todos viven en la ciudad. «Da xente que tiña na aldea xa non queda ninguén, e menos mal que teño uns veciños marabillosos», confesó María.

«Antes de vir pasei moita necesidade, e teño chorado moito porque na casa non había para comer»

María