Sobrevuele una tormenta perfecta. Observe ese barco que malamente mantiene el rumbo. Las olas lo golpean, abriéndole grietas. El agua entra por ellas. Se pasa mal. Permítame una pregunta: ¿A quién culpar? ¿Al patrón o al ingeniero que lo diseñó? Aunque Galicia es asimilable a un buque, hay diferencias. La primera, que el patrón debe ejercer de ingeniero. El presidente de Galicia ha de pilotar el día a día pero también ha de saber leer cartas marinas y armar el barco pensando en la mar que vendrá. ¿Cómo se arma? Con políticas de oferta, pero son a tan largo plazo que a nadie le importan. Por ejemplo, la deflación en la construcción que lleva a que los posibles demandantes pospongan su compra y no se reactive el sector. No está en manos de la Xunta que el problema desaparezca, pero estuvo en su mano restringir el crecimiento de la construcción y no lo hizo. Carecemos de innovación y resulta difícil que en unos o dos años podamos generar el conocimiento necesario para cambiar esto. ¿Pero hicimos algo en el pasado para que esto no ocurriese? No. Galicia envejece. ¿Podemos cambiarlo en una legislatura? Imposible. ¿Alguna vez ha escuchado que la Xunta haya tenido políticas de natalidad? Ese es nuestro drama. Aquí todos patrones y ninguno ingeniero. Será que da más chollo.