Entre julio del 2009 y del 2010 continuaron su pausado ritmo los nueve años de interminables obras del eje atlántico, en el que se licitaron o adjudicaron los últimos trabajos demorados. Entre Ourense y Santiago, con la plataforma sin terminar tras cinco años de trabajos, se licitaron los suministros e instalaciones de seguridad y se contrató el montaje de vía, aunque sin tener los materiales. En ambas líneas se dieron los primeros pasos para su electrificación. Desde la Meseta no se han paralizado, ni acelerado, las obras de Olmedo-Zamora-Sanabria. Y no se iniciarán hasta otoño los 22 kilómetros de Porto a Taboadela. Las promesas de licitación en el 2009 se cumplieron, pero están casi a cero las del 2010, que son claves. En un año, 600 millones de licitación, y no llega a 280 millones de adjudicación. ¡Porca miseria!
Entonces, ¿para qué ha servido en Galicia el pacto del Obradoiro? Para nada. ¿Qué obras se han adelantado? Ninguna. ¿Qué plazos se han cumplido? Ninguno. Fomento empezará sus rebajas el jueves, cuando conoceremos qué obras se demoran todavía más y qué nuevas líneas prometidas se suprimen: transcantábrico, Monforte-Ponferrada, A Coruña-Lugo?
El pacto de silencio sí que ha funcionado. Desaparecieron los titulares quejosos y la plañidera y pedigüeña Xunta acalló su voz en la defensa de nuestro atraso, de nuestras vías interiores y de nuestras cercanías. Un año ha bastado para volver al punto de partida. ¿Un año perdido? Peor. El futuro de nuevo perdido.