Ni en el templo ni en el atrio hubo música. Tampoco hubo lágrimas. Evaristo fue enterrado en silencio. La fiesta o la sesión vermú, como dijeron varios vecinos, llegó después. La banda y los gaiteiros tocaron sin parar, desde pasodobles hasta villancicos, mientras el «fogueteiro» daba cumplida cuenta de la pólvora. Hasta hubo algunas parejas que se animaron a echar un pie. Solo faltó el vermú.
Evaristo, que se dedicó a las labores del campo y a llevar una vida desenfadada, se quedó viudo hace unos cuatro años. No llegó a tener hijos. Le quedan dos hermanas, tres ahijados y numerosos sobrinos y bisobrinos. «Estivo moi ben a cousa, porque fixo bon día e a música tocou moi ben. Lástima que non houbese pedido unha pota con chocolate para nos convidar», dijo una vecina.