Para Alfonso Agulló, hermano del cabo primero lalinense Vicente Agulló, la distancia es algo mayor. Su hermano, una de las víctimas del Yak-42, falleció hace ya cinco años y medio: «Ha sido un luto muy duro. Agradeces los homenajes pero cuando acaban te quedas solo con un vacío enorme, porque hay un abrazo que ya no puedes dar. No, la herida no se cura».
Medallas y recuerdos
«Yo no he vuelto a ser la misma», admite Concepción Sánchez, la madre del soldado Pablo Iglesias. Cada nuevo atentado la devuelve a la tragedia del Cougar, donde falleció su hijo, el único que tenía, pero también a la reivindicación de la medalla de distintivo rojo para su hijo y el resto de los muertos en el helicóptero. Está arreglando en su piso de Lugo la habitación de Pablo, con sus medallas y sus recuerdos: «Quiero ponérsela como a él le hubiera gustado tenerla».