Un angoleño niega que le quemase las manos a su hijo en un hornillo en Vigo

E.?V. Pita

GALICIA

01 may 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

El escritor Charles Dickens, autor del drama sobre el pequeño vagabundo Oliver Twist, se hubiese estremecido al oír la historia de Daniel, un niño portugués de nueve años que fue sometido a malos tratos por su padre angoleño y su madrastra durante los seis meses que residió en su casa de Vigo.

En marzo del 2007, la madre de Daniel ingresó en una prisión de Portugal y la abuela lo mandó con su padre, que residía en Vigo con su actual pareja, con la que tenía dos hijos en común. La llegada de una quinta boca que alimentar a un hogar que sobrevivía con 600 euros al mes no fue bien recibida. El progenitor, Ricardo Jorge F.?T., angoleño de 32 años, está acusado de quemarle las manos a su hijo en un hornillo, tenerlo sin escolarizar, darle latigazos con el cable del televisor, encerrarlo con llave en casa por revoltoso y bañarlo con agua fría, frente a los privilegios que disfrutaban sus dos hermanastros. Su único juguete era una pelota y el niño mendigaba comida a sus vecinas a través del ventanuco del patio. Cuando la policía hizo pesquisas, el menor se asustó: «¿Por qué habéis venido?, mi padre me va a matar».

La Fiscalía pide hasta ocho años y medio de cárcel para el padre, quien alegó que su hijo se produjo las quemaduras accidentalmente cuando «brincaba» (jugaba, en portugués). Reconoció que el niño no fue hospitalizado porque este «carecía de papeles». La familia le hizo unas curas con agua oxigenada.

Mendigaba comida

El acusado admite que el 23 de septiembre del 2007 golpeó «una sola vez» a su hijo con un cucharón en el cuerpo y justificó la «reprimenda» porque era muy rebelde. También reconoció que le dio dos «labatadas» (latigazos) con un cable eléctrico, ya que el niño le desobedeció porque encendió la televisión mientras estaba castigado.

El padre admite que se pasó con él y que se sorprendió cuando la policía le mostró las fotos forenses de los hematomas en el cuerpo de su hijo. «Estuve dos meses muy mal», admitió el progenitor, que lleva seis meses en prisión preventiva. Negó que el niño le tuviese miedo, sino que «ya vino así de Portugal».

Las vecinas de la calle Cantabria que denunciaron los malos tratos aseguran que esa noche oyeron «unos gritos fuertes» y alertaron a la policía. Ellas conocían a Daniel porque le dieron doce veces un bocadillo por las tardes. «Era como un pájaro que sale de la jaula», dicen. El padre replicó que el niño no pasaba hambre (el informe forense no detectó malnutrición ni marcas de lesión anteriores), sino que «comía máis da conta e o dos demais», o escondía alimentos bajo la cama. Fue castigado porque hurtó un bollito de la despensa y encerrado porque había robado en una tienda.

La compañera sentimental, la viguesa Caterina P.?S., trabajaba de guarda jurado y era quien aportaba dinero al hogar. La mujer intentó escolarizarlo pero la madre no les enviaba los certificados que exigía el colegio de Vigo o aseguraba que lo vendría a buscar en dos meses. Negó que le pegase, pero insistió en que era «conflictivo» y por eso no quería llevarlo de paseo.