«Un ignorante habría detectado los excesos del proyecto de Eisenman»

M. Cheda

GALICIA

El alemán califica de «política» la decisión de encargar la Ciudad de la Cultura a su colega estadounidense y acusa a la Xunta de no hacer buen uso de los fondos públicos

29 ago 2007 . Actualizado a las 02:04 h.

Como miembro del jurado encargado de elegir al diseñador del complejo del monte Gaiás, a las afueras de Santiago, el alemán Wilfried Wang (Hamburgo, 1957) advirtió a la Xunta hace ocho años de que la propuesta planteada por Peter Eisenman carecía de definición, era extemporánea, excedía los volúmenes constructivos programados y abriría un agujero negro en el erario gallego. Acertó, pero no lo escucharon.

-En 1999, la Xunta cifró en 108,2 millones de euros la inversión necesaria para levantar el recinto y usted ya alertó entonces de que el presupuesto se dispararía. Ahora, ¿cuánto cree que costará al final?

-Con lo que hay construido y lo que resta por hacer, si se realiza respetando el diseño original, calculo que costará de 400 a 500 millones de euros a mayores [entre 508 y 608, pues].

-¿Por qué ninguno de los otros 11 miembros de aquel jurado se percató de que el modelo de Eisenman duplicaría la superficie prevista y elevaría los gastos? ¿No se dieron cuenta o no quisieron verlo?

-Por supuesto que se dieron cuenta, pero en aquel momento estaba bastante extendida la esperanza de que el proyecto sería redimensionado y, por lo tanto, los costes bajarían. Además, existía el sentimiento de que Santiago tendría un complejo que batiría al Guggenheim de Bilbao en espectacularidad.

-El fallo del jurado se hizo público el 26 de agosto del 99. ¿Tuvo la sensación en algún momento anterior a aquella mañana de que la decisión ya había sido adoptada?

-No. Eso sí, mis preocupaciones sobre el proyecto habían sido compartidas por otros vocales, pero Luis Fernández-Galiano y Kurt Forster se las ingeniaron para despejar esas dudas. Además, el primero de ellos se había asegurado el apoyo de la representación del Gobierno gallego en el jurado, para favorecer a su amigo Peter Eisenman.

-¿Cómo considera aquella decisión: técnica o política?

-Fue una decisión política.

-¿Y cómo calificaría el papel del Ejecutivo en este asunto?

-Los representantes de la Xunta en el jurado intentaron satisfacer a quien, en último término, era el cliente del proyecto, Manuel Fraga, y, al mismo tiempo, evitar una posible protesta popular ante la «decapitación» del monte Gaiás. La actitud que adoptaron fue una combinación de miedo y esperanza: miedo a Fraga y a la opinión pública, y esperanza de que el hecho de confiar la empresa a Eisenman les iba a reportar algo así como la solución a todos los males.

-¿Diría que el Gobierno se cuidó de realizar un uso apropiado de los fondos públicos?

-No. Hay muchos responsables y experimentados arquitectos en Galicia que pudieron haber dicho al Gobierno de entonces todo esto que yo le estoy contando ahora. Incluso un ignorante en la materia hubiese detectado los excesos constructivos de aquel proyecto.

-El jurado entrevistó a Eisenman antes de declararlo ganador. ¿Por qué no le convenció en aquel encuentro?

-No me dio la impresión de que fuese capaz de detallar su idea. Pedí que aclarase si los visitantes podrían acceder a los techos de los edificios, me respondió que sí y luego no supo explicarme por qué entonces no había proyectado la colocación de balaustradas para evitar que la gente se cayera. Además, con sus planos en la mano, le hice ver que la luz natural sería mínima en los interiores de los inmuebles, a lo cual tuvo poco que contestar, excepto que resolvería ese problema más tarde. Finalmente, le pregunté sobre el material que usaría para las cubiertas y empezó a disertar sobre lo maravillosas que le parecían las tejas de las casas de Compostela vistas desde un avión. Luego le sugerí que, dado que la forma de su complejo pretendía ser una metáfora del paisaje, seguramente vendría mejor emplear granito, a lo cual me replicó que sí, que podría hacerse así. O sea, no había adoptado una determinación sobre ese aspecto de la obra.

-El estadounidense competía con otros diez arquitectos. Si de usted dependiese, ¿quién hubiera vencido en la pugna?

-El proyecto de Steven Holl era el único que concebía todos los usos previstos desde una perspectiva innovadora. En su diseño se apreciaba algo propio del siglo XXI, algo que hubiese atraído a generaciones de artistas para verlo o para trabajar allí.

-Usted creía decimonónico el planteamiento de Eisenman. ¿En base a qué?

-Si observa sus planes individuales para cada edificio, se dará cuenta de que siguen los modelos conocidos del XIX. El hecho de que las formas de los inmuebles fuesen retorcidas, formando cuadrículas y curvas, no deja de tapar la realidad de que su tipología era regresiva, una mirada hacia el pasado.