El tribunal determina que el uruguayo condenado fue autor de un único delito continuado La Audiencia de Pontevedra avala la figura del agente infiltrado que posibilitó el arresto
06 nov 2006 . Actualizado a las 06:00 h.La Audiencia Provincial de Pontevedra ha condenado al uruguayo Pablo Antonio Justo Rodríguez Sanguinetti a cinco años de prisión por difundir pornografía infantil a través de Internet. El tribunal considera que el procesado fue autor de un único delito continuado de distribución, facilitación de la exhibición, tenencia para la distribución y tenencia de pornografía infantil. La resolución echa por tierra buena parte de los argumentos esgrimidos por el ministerio público pontevedrés, que solicitaba o dieciséis años de cárcel -ocho años por cada uno de dos delitos, ya que hubo dos receptores de las imágenes- o más de un milenio si se consideraba que cada foto y vídeo que fueron difundidos por el procesado era un delito individualizado. De igual modo ha rechazado las pretensiones de la abogada defensora, quien habían pedido la absolución de su cliente y planteó una posible nulidad de actuaciones al considerar que el imputado podría haber sido inducido a cometer los delitos. En cualquier caso, tanto el fiscal como la defensa pueden recurrir la sentencia ante el Supremo. Precedente jurídico Lo que sí ha avalado la Audiencia pontevedresa es la figura del agente encubierto, que fue vital para localizar y detener al uruguayo, una circunstancia que sienta todo un precedente jurídico en España, según apuntaron ayer distintas fuentes judiciales. Rodríguez Sanguinetti, según su propio testimonio, contactó en octubre del año pasado con otro internauta que decía llamarse Juan. Aseguró creer estar viviendo una historia de amor con la red de redes como medio de enlace entre los dos internautas. Manifestó que contactó con su interlocutor en un chat para parejas homosexuales, hasta que, según sus propias palabras, le pidió que le enviara pornografía infantil: «Sabía que eso era peligroso, pero estaba enganchado de Juan, enamorado como un tonto. Se había convertido en mi objeto de deseo, y comencé a mandarle fotos y vídeos». La realidad demostró que detrás de Juan se ocultaba un agente de Tráfico de la Guardia Civil que durante horas y horas mantuvo el contacto con el uruguayo y consiguió que el imputado le remitiese cerca de un centenar de imágenes y una docena de vídeos con el denominador común de enmarcarse en la pornografía infantil. El agente declaró, por su parte, que contactó con el sospechoso por medio de una tercera persona y que, acto seguido, informó a sus superiores.