El nieto emigrante de Val do Dubra

Lois Blanco

GALICIA

MARTÍN ZABALA

HABRÁ más altos cargos, alcaldes y concejales en el pasaje de los vuelos de los próximos seis meses a Buenos Aires que emigrantes retornados.

14 oct 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

Si hubiese forma de sumar el dinero liquidado desde los ochenta por la Xunta y los ayuntamientos gallegos en viajes oficiales a América, dé por seguro que la cifra sería mayor que la ayuda que se ha enviado a los que les fue peor allá que a sus parientes que se quedaron aquí. Sabido es que Fraga fue un político diestro en utilizar la melancolía de los que se fueron y los que se quedaron. Sus lágrimas en los actos sentimentales con la emigración por Buenos Aires o Montevideo, azucaradas con promesas de más derechos y subsidios, se multiplicaban en votos en las elecciones siguientes. Porque dentro de seis meses vuelve a haberlas y porque en política está casi todo inventado, Quintana acaba de regresar de Argentina de hacer, mire usted por donde, lo mismo que hacía Fraga; utilizar un viaje institucional para una campaña política. Antes que Quintana ya fueron Touriño y Feijoo, que seguro volverán. Las diputaciones, los concellos, e incluso organismos tan etéreos como las mancomunidades, también llevan meses organizando expediciones de cargos electos a América. Cíclicamente, a los concejales o a los directores generales les entra un deseo irrefrenable de abrazar a los que siguen allá. Los ciclos, claro, coinciden con los electorales. La manipulación política de los sentimientos que envuelven el drama histórico de la emigración roza la obscenidad, porque los destinatarios no son los que tuvieron suerte, le pusieron talento y van y vienen de un lado a otro del océano cuando quieren, sino los que se quedaron allá atrapados, sin suerte ni dinero. Mientras para el Gobierno de Madrid, las decisiones oportunistas sobre la inmigración son las que cuentan electoralmente (regularizaciones o reducción de plazos para obtener la nacionalidad), en Galicia esa bolsa de electores sui géneris todavía está en la emigración. Sólo en Argentina, hay tres veces más emigrantes con derecho a voto en las municipales de primavera que inmigrantes en toda Galicia. Muy cerca de la capital autonómica, en Val do Dubra, el censo de votantes en el exterior casi es igual al de censados en el municipio. En ninguna otra provincia del Estado el peso del voto emigrante supera el 10% del total. En las cuatro gallegas va del diez hasta al 18% de Ourense. El mismo día que Quintana sobrellevaba el jet lag de su regreso, Feijoo exigía la derogación de un artículo del Código Civil que impone un requisito mínimo a las terceras generaciones de emigrantes que desean mantener su nacionalidad española. Viajes y promesas para la emigración van siempre juntas en las precampañas electorales. Y ya estamos en la de las municipales. Y regresa esa espiral sin fin de gasto de dinero público mal empleado en expediciones, y de igualación injusta de derechos. Por ejemplo, la que permite al nieto de un emigrante que nació hace cien años en de Val do Dubra elegir alcalde dentro de seis meses sólo con que a lo largo de su vida, de la sus padres o de la de su abuelo, haya estado en una ocasión en España. Ni siquiera en Val do Dubra, en España. Que su voto pese lo mismo que el de un dubrés no es una igualación de derechos de la diáspora, sino una equiparación injusta y ridícula.