Los cardenales esperan que «el buen sentido ayude a resolver los problemas» que puedan surgir Hoy se leerá el testamento de Wojtyla, que podría estar escrito en polaco.
05 abr 2005 . Actualizado a las 07:00 h.El cónclave del que saldrá el sustituto de Juan Pablo II no tiene precedente en la historia de la Iglesia católica. Los cardenales eludirán el encierro absoluto al que fueron sometidos los purpurados que participaron en los cónclaves anteriores, con la capilla Sixtina clausurada a cal y canto, y tendrán la oportunidad de convertir todo el Vaticano en la sede del cónclave, para cuyo inicio todavía no hay fecha concreta. Hasta ayer se sabía que los electores del nuevo Papa dormirían, por vez primera, en la casa de Santa Marta, un edificio acondicionado para albergar a los cardenales y situado a cuatrocientos metros aproximados de la capilla Sixtina, al otro lado de la basílica. Los problemas que podrían derivarse del traslado de los purpurados, a diario, de un lugar a otro han sido resueltos ampliando la superficie en la que podrán desenvolverse durante los días que dure el encierro. Se mantendrá, por supuesto, la prohibición de comunicarse con el mundo externo, en cuanto se produzca la declaración «extra omnes». Es más, para que nadie pueda ser «contaminado» con información del exterior está previsto que los cardenales sean sometidos a un estricto control por parte de dos peritos que comprobarán que no han caído en la tentación de camuflar micrófonos, teléfonos móviles, pecés portátiles, videocámaras o grabadoras y que este tipo de tecnología tampoco ha sido instalada en los edificios, incluida la capilla Sixtina. Juramento de silencio Todos los cardenales que estos días están llegando a Roma juran mantener en secreto todo lo que tiene que ver con la elección del nuevo Papa bajo el peligro de ser excomulgados. El juramento lo prestan en cuanto entran en el palacio apostólico y en el se compromente a «guardar el secreto sobre todo lo que relacionado de algún modo con la elección del romano pontífice y sobre todo lo que ocurre en el lugar de la elección». Todas las personas que durante el cónclave atenderán a los cardenales, incluidos monjas y religiosos, prestan también un juramento de discreción. Esta «nueva forma de cónclave», como ayer fue definido por Piero Marini, podría plantear algunos problemas, pero los organizadores esperan que «el buen sentido ayude a resolverlos». Nada que ver con lo que sucedió durante el «cónclave del terror», en el siglo XIII, cuando el encierro para elegir sucesor de Gregorio IX se prolongó durante setenta días, con los electores sometidos al sofocante calor del agosto romano y sufriendo todo tipo de privaciones. Varios participantes sufrieron crisis cardíacas y colapsos. Finalmente fue elegido Celestino IV, pero apenas sobrevivió 17 días al cónclave a consecuencia de la tortura a la que había sido sometido. El testamento, hoy Los cardenales tampoco abrieron ayer el testamento en el que el Pontífice habría dejado escritas sus últimas voluntades. Los periódicos italianos especulaban con la posibilidad de que el documento estuviera escrito en polaco, lo que habría obligado a encargar una traducción complicada a la vista de la importancia del casao. Tres de los más estrechos colaboradores del Papa podrían conocer ya su «testamento espiritual»: el sustituto de la secretaría de Estado, Leonardo Sandri; su secretario personal, el polaco Dziwisz; y el cardenal camarlengo, Martínez Somalo. No se descarta que el Papa haya dejado indicaciones relacionadas con una especie de «herencia espiritual» dirigida a toda la Iglesia católica. Tampoco se excluye que entre las últimas voluntades haya otros documentos.