El día que Canadá y España vivieron su guerra en el mar

Miguel Á. Rodríguez VIGO

GALICIA

BENITO

La efeméride En abril de 1995, el ministro de Pesca Brian Tobin convenció a su Gobierno en Ottawa para que lanzase un ataque militar armado contra los pesqueros gallegos que faenaban en Terranova.

12 mar 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

El 9 de marzo de 1995, patrulleras canadienses apresaron al pesquero vigués Estai frente a las costas de Terranova. Otros 19 barcos -con 600 marineros a bordo, el 90% gallegos- estaban amenazados en el mismo caladero. Había estallado la guerra del fletán. En realidad, el entonces ministro de Pesca canadiense, Brian Tobin, la había activado una semana antes, cuando comunicó a la UE una moratoria de 60 horas para la entrada en vigor de una nueva ley protectora de sus pesquerías. Tobin pretendía pasar a la historia como el ministro que blindó a sus pescadores y expulsó de sus caladeros a la flota gallega, la descubridora del fletán negro, una especie de rodaballo que Canadá despreció hasta que los armadores europeos la convirtieron en un rentable negocio capaz de mover miles de millones de pesetas al año. Mientras las patrulleras de Ottawa escoltaban al Estai hacia el puerto de Saint John, el ministro de Pesca ya tenía en mente originar un conflicto de proporciones tan bastas como su megalómana imaginación. James K. Bartleman, ex asesor personal del primer ministro Jean Chrétien, cuenta en su libro Roller coaster (montaña rusa) que Brian Tobin lideró a un grupo de políticos influyentes partidarios de resolver el conflicto pesquero por la vía militar. Los treinta días siguientes estuvieron a punto de terminar en una guerra... ¿ Cómo se preparó el escenario militar? El ministro de Oceános y Pesquerías lo había calculado todo. Tobin sabía que en la UE contaba con el apoyo de Inglaterra e Irlanda, países poco solidarios con los pescadores gallegos. Estaba convencido de que para ganar la negociación había que doblegar a España y, para ello, bastaba con presionar a los barcos gallegos hasta donde hiciera falta. El embajador español en Ottawa, José Luis Pardos, recibió órdenes expresas de su ministro de Asuntos Exteriores, Javier Solana, de no hacer declaraciones. Madrid pretendía bilateralizar el conflicto entre Canadá y la UE. Pero Tobin lo intuyó y optó directamente por el asedio militar a la flota gallega en Terranova (así lo detalla Jim Bartleman en su libro). En pocas horas logró el beneplácito de su primer ministro para desplazar al caladero más patrulleras y desplegar aviones de combate CF-18, que volaban sobre las cabezas de los marineros. España no tardó en enviar a la zona fragatas militares para escoltar a sus barcos. El escenario bélico cobraba forma. El ataque, en marcha . En los días siguientes, Tobin se encargó de hacer caso omiso de las protestas diplomáticas y oficiales llegadas de Madrid y Bruselas. Con ruedas de prensa diarias en las que se refería a los barcos españoles como «bandidos del mar» (pese a faenar por debajo del límite de sus cuotas y en aguas internacionales) generó un clima de opinión favorable a sus propósitos y, tras dejar zarpar rumbo a Vigo al Estai , preparó el golpe final. En una jugada maestra, Tobin logró reunir en el Ministerio de Asuntos Exteriores al primer mandatario, Jean Chrétien, y a los ministros de Exteriores, Defensa y Justicia. Sucedió el viernes 24 de abril, a las seis de la tarde. Allí mismo les convenció de que un nuevo arresto en altamar doblegaría definitivamente a España. Juntos, prepararon el asalto: un destructor zarparía del puerto de Halifax horas después, provisto de un helicóptero de combate y apoyado por los cazas desde el aire, con órdenes de apresar a un barco gallego y disparar contra las fragatas españolas si trataban de impedir la maniobra. Canadá había lanzado su ataque. Las 24 horas en guerra . A las ocho de la tarde, Paul Dubois, director general de Asuntos Exteriores de Canadá para Europa, citó al embajador español. La reunión tuvo lugar a las tres de la madrugada española del 25 de abril. A José Luis Pardos le fue entregado un escrito con el plan de ataque y las reglas de la batalla que Canadá había activado. El diplomático español en Ottawa no daba crédito a lo que tenían entre sus manos. Nervioso, logró contactar con un escolta de Solana, pero a esas horas el ministro dormía la Semana Santa en Cantabria y tardarían varios minutos en localizarle. Pardos usó el gabinete telegráfico para hablar directamente con el presidente del Gobierno, Felipe González. Pasadas las cuatro, logró comunicarle la declaración de guerra a su jefe de gabinete, José Antonio Pons. Con la operación de combate canadiense ya en marcha, el embajador español en Bruselas, Javier Elorza, recibió una orden directa de la presidencia del Gobierno español: había que ceder en las negociaciones abiertas en Bruselas y renunciar a las 40.000 toneladas de fletán que exigía Ottawa. Y así se le comunicó al embajador canadiense en la UE, Jacques Roy, quien envió un fax urgente a su Gobierno para detener cualquier nuevo apresamiento en altamar. Pese a la noticia, cuenta Bartleman que Brian Tobin todavía intentó una carga final contra los barcos gallegos en Terranova, remitiendo una orden directa al capitán del destructor. La operación tuvo que ser frenada en persona por el primer ministro Chrétien. La guerra había terminado y a Tobin le faltaban meses para irse del Ejecutivo y abandonar la política. Hoy no ocupa cargo público alguno. BRIAN TOBIN JOSÉ LUIS PARDOS FELIPE GONZÁLEZ