La vida a sólo dos meses de cumplir 108 años

La Voz I.E.G. | MONDOÑEDO

GALICIA

Crónica | Longevidad en Mondoñedo Leer el periódico o ir a la playa son algunos de los divertimentos preferidos de esta centenaria de Mondoñedo

17 feb 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

?l 30 de abril de 1897 nacía en Coto da Recadieira (Mondoñedo) Aurora Lombán Ares, la abuela de Galicia. Cuenta en la actualidad con 107 años largos y hasta hace uno y medio llevaba una vida relativamente activa, en la que no faltaba algún paseíto hasta la casa de su hija o la visita a la cafetería, de vez en cuando, para tomarse una infusión. Sus dos hijas, Teresa e Isabel, están pendientes de ella cada día; el mediano, Carlos, vive en Argentina, al igual que la mayor parte de su descendencia, porque Aurora tiene también cuatro nietos, siete biznietos y dos tataranietos. Su marido, Antonio Otero, transportista de profesión y dos años mayor que ella, falleció en el año 1963. El truco para llegar a esta edad y con tan buena salud no se sabe. Su hija no recuerda haberla visto enferma nunca y en los últimos tres años el percance más grave que sufrió fue un catarro que se curó en un par de días y sin tomar medicamentos. Hasta los 97 años estuvo perfecta, dicen, aunque con esa edad tuvo un accidente grave en Burela, del cual se recuperó por sus medios, sin recurrir a las medicinas. Fue por esa época cuando regresó un día del banco quejándose de que no entendía los números. Por lo demás, su vida fue como la de la mayor parte de las mujeres de su época: la colada se hacía en el lavadero y se cocinaba con la leña. Para Aurora la cocina de butano fue todo un acontecimiento; se negaba a comprarla, pero luego le pesó no haberlo hecho antes. Es de comer poco, pero de todo, aunque los huevos fritos eran su cena preferida. Le gustaba también mucho leer el periódico. Y la playa. Su madre la llevó a Foz por primera vez cuando aún gastaba pañales y esa afición se mantuvo hasta que casi cumplió los cien años; en casa de Aurora era tradición veranear allí. Por lo demás, sus viajes llegaban a Lugo, a cualquier otro punto de A Mariña, A Coruña o As Rías Baixas. La tranquilidad, el carácter calmado, pero dotado de cierto humor, pudiera haber contribuido a dar a Mondoñedo la abuela de Galicia, que sigue manteniendo el buen apetito, la piel tersa, el gusto por escuchar cómo le hablan o cómo la obsequian con algún detalle dulce. Desde hace año y medio, ya no da paseos ni se sienta en la huerta, como le gustaba hacer, pero sí se sienta en la silla de su casa.