Morir en vacaciones

GALICIA

11 dic 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

CADA AÑO, en sus 365 días, oferta a la ciudadanía unos cuantos ciclos de descanso que servirán para articular lo que ha dado en llamarse operaciones especiales de tráfico. Son singulares éxodos de vehículos, movimientos masivos de automóviles que coinciden en fechas y horarios sobre unos cuantos itinerarios y generan un régimen de circulación complejo, incómodo, lento, en el que las vicisitudes de distinto orden llevan al riesgo específico. En función de la variabilidad de circunstancias que conforman el ambiente del tráfico de vehículos, y también de la versatilidad de las conductas humanas, los resultados finales de esos ciclos -denominados habitualmente puentes- consisten en una suma de personas muertas y de otras más que acaban su viaje con graves lesiones. Claro que no ha sido excepción este puente de los primeros días del mes de diciembre, con una abultada cifra de fallecidos. Después, cabe fijarse en los comentarios críticos de los periodistas de oficio, cuando apuntan hacia estos hechos. Y es que, teniendo en cuenta la sustancial mejora de nuestras carreteras, y siendo prioritaria la opción por las vías de primer rango, la bondad mecánica del parque de automóviles y la inevitabilidad de la condición climática en cada caso, se trata de explicar la desolación final en otras líneas de coherencia al mal uso de vehículos de gran potencia, a la insuficiente dureza de las multas por infracciones e incluso a la necesidad de más y más servicios de vigilancia en la carretera. Pero, por fortuna, y sin perjuicio de la lógica llamada de atención a las instituciones públicas no falta la invocación a esa clave de la historia que es la responsabilidad de todos y cada uno de los usuarios, mejor de los conductores de automóviles. Claro que sí, responsabilidad que dice tanto a la posesión de la libertad creadora como al imperativo de hacer el bien y evitar el mal. Y aquí el mejor bien es la obediencia a las normas que rigen para todos, que es la guía de la seguridad vial y la senda única para cambiar los malos signos del tráfico. La invocación a la responsabilidad individual de cada conductor es el quicio del asunto.