«El gallego es más educado y tiene un carácter más amable que el japonés»

CRISTÓBAL RAMÍREZ A CORUÑA

GALICIA

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Minako Takahashi, enfermera nipona instalada en A Coruña Nombre fácil, apellido casi impronunciable para los gallegos: Minako Takahashi. Joven, baja, elegante, pelo muy moreno, profesora de su idioma natal a casi una decena de alumnos que aspiran a ir a Japón. Minako se instaló en A Coruña por amor, así de simple, y en esa ciudad va a nacer su primer hijo. Espera la convalidación de su título de enfermera («Necesitan año y medio; sólo me quedan seis meses») en una tierra en la cual el ciudadano «es más educado y tiene un carácter más amable que el japonés».

02 dic 2001 . Actualizado a las 06:00 h.

Llegó a Sevilla desde Japón con ganas de aprender el español. («No tenía ni idea. Sabía decir gracias, por favor y esas cosas, pero nada más»). Y así se pasó siete meses antes de volver a casa. Como despedida, ella y sus colegas decidieron conocer el norte peninsular «porque además era el Año Santo Xacobeo», y en autobús pasaron por Burgos, León, Oviedo, Santander y A Coruña, rumbo a Santiago. Y en la coruñesa plaza de Cuatro Caminos se topó con un hombre al que le preguntó por dónde se iba a coger el autobús. Predestinación, porque aquel gallego es hoy su marido. -Enhorabuena, porque veo que está esperando un hijo. -Sí, nacerá dentro de dos semanas. Mi marido y yo estamos de acuerdo en que si es niño se llamará Alejandro, y si es niña, Iuca, nombre japonés que significa amable e inteligente. -No me deje así. ¿Y...? -Será niño. -¿Cómo la trata le gente? -Bastante bien. Algunos piensan que soy china, y entonces bastante mal, me miran de arriba abajo. Cuando digo que soy japonesa todo el mundo se vuelve amable, me preguntan cómo vine, por cosas de mi país... Aquí hay una mala imagen sobre China. -¿Usted la tiene también? -No, yo no. -¿Somos racistas? -En Andalucía había problemas, aquí no. A mis amigas incluso las interrogó la policía en Jerez confundiéndolas con chinas. -O sea, que no. -Es que en Galicia la gente no expresa tanto su opinión. En eso se parecen a nosotros, que tampoco lo hacemos por educación. A mí el gallego me parece tímido, pero alguno sí hay algo racista. -¿Se siente cómoda en esta esquina peninsular? -Al principio no, incluso estuve estresada. En los restaurantes llegaron a parar de hablar y de comer para mirarme cuando entraba. -Y eso cambió. -No, pero me acostumbré. -¿Y la policía? -Yo no he tenido ningún problema. -¿Qué le desagrada de nosotros? -La impuntualidad. Ahora también lo acepto, pero claro, quedas «entre siete y siete y media», que ya es una hora rara: ni siete ni siete y media. Y luego la gente aparece a las ocho menos cuarto, o a las ocho...