El comercio pide auxilio para parar la sangría

La Voz

LA GALICIA ECONÓMICA

El sector vivió el pasado ejercicio uno de los peores de su historia

07 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Un año para olvidar. La pandemia está sangrando a estos negocios que tratan de reinventarse para sobrevivir. Según los últimos datos publicados por el INE, las ventas del comercio se desplomaron un 6,8 % el año pasado, su mayor descenso desde el 2012. Y en Galicia, se repite la misma escena. Dos de cada diez negocios han tenido que bajar la persiana según la Federación Galega de Comercio. Y advierten que esto es solo el principio.

Sonia Sande: «Pena dáme moita, pero non puidemos seguir máis»

Casa Collazo, histórica casa de comidas de Carballo, tiene la persiana bajada desde finales del año pasado

P. Blanco

BASILIO BELLO

Casa Collazo es una histórica casa de comidas de Carballo, en el barrio de A Milagrosa. Más de ocho decenios de sabrosos y tradicionales platos en un local que, desde finales del pasado año, tiene la persiana bajada. La última en asumir su gerencia fue Sonia Sande: «Teño o restaurante enfronte de onde vivo, estaba como na casa». Explica que había trabajado allí por temporadas, cubriendo bajas y vacaciones y que, al dejarlo la anterior responsable, decidió quedarse ella al frente. También se quedó una de las cocineras. Su ilusión estaba ahí y llevaban no mucho tiempo cuando les estalló la pandemia: «Iamos ben, e tiñamos traballo, pero a xente baixou moito, por medo, o aluguer non se puido negociar... E non puidemos seguir. Tivemos unha sorte tremenda», ironiza, con tristeza. «Pena dáme moita», apunta. Las sucesivas restricciones fueron mermando posibilidades y, de hecho, tuvieron que cesar su servicio antes incluso de lo que tenían pensado, por las limitaciones: «Agora mesmo todo é un risco, para a hostalaría e para o que non o é, porque este ramo leva todo detrás». Las panaderías, las bebidas, la carne, el periódico... Es por eso que señala que, aunque ahora le ofreciesen la posibilidad de volver a la gerencia con un alquiler más bajo, seguramente diría que no. No las tiene todas consigo acerca de que el 17 de febrero se haya logrado mejorar mucho la situación actual: «Se mo din a partir de xuño, xullo... Quizais».

Dionisio Rivas: «Esta situación es como la de un enfermo terminal»

Hace 33 años que este pontevedrés montó la joyería La Oliva

n. d. amil

Ramón Leiro

Dionisio Rivas hace 33 años que montó la joyería La Oliva en Pontevedra. En estos años ha visto de todo y ha capeado muchas crisis, quizás demasiadas, pero como esta, ninguna. «Es el peor año de la historia, esta situación es como cuando tienes una enfermedad terminal, estamos peor que nunca», apunta Rivas, que mantiene vivo un negocio en el que también están implicados sus hijos. Sabe que de esta batalla también saldrá airoso, pero cerrar a las seis de la tarde ha sido la gota de un vaso que llevaba colmado ya varios meses.

El cierre perimetral fue el primer «castigo» para el pequeño comercio que se alimenta de los ayuntamientos limítrofes. «Los clientes del rural viene y gasta más que los pontevedreses», indica. Después llegó la drástica reducción de aforo de la hostelería y ahora, cerrar dos horas y media antes. «Al cerrar la hostelería, que es un motor importante, se paraliza todo». Y él se pregunta: «Qué daño hace nuestro sector, no se puede generalizar. En nuestro gremio los clientes entran a los pocos, cada media hora puede venir alguien. Creo que es un error». Error o no, lo cierto es que la facturación ha caído. No hay bodas, ni bautizos, ni comuniones y la gente sale menos, así que la joyería está tocada.

Dionisio Rivas lanza un mensaje a las administraciones, especialmente a la de Pontevedra. «Que escuchen al pequeño comercio, que es el que genera empleo».

Pilar Molares: «Cierro porque esto ya no se puede aguantar»

La dramática situación que arrastra desde hace meses ha obligado a esta viguesa a planificar el cierre y poner toda su mercancía en liquidación

a. Martínez

XOAN CARLOS GIL

Pilar Molares lleva casi una década con su negocio de ropa abierto en la calle peatonal del Calvario, la más transitada de Vigo. Pero ya no puede más. El confinamiento del año pasado supuso una herida muy grave para la tienda. Las últimas restricciones horarias impuestas por la Xunta para frenar los contagios han sido la puntilla. La dramática situación que arrastra desde hace meses le ha obligado a planificar el cierre y poner toda su mercancía en liquidación. «Cierro porque ya no puedo soportar esta situación, no la aguanto», asegura. «¿Qué haces trabajando una hora y media por la tarde?. Es ridículo. No compensa abrir», dice. El coronavirus ha hecho que sea un año perdido para ella. La ropa que tenía que haber vendido en primavera la terminó liquidando durante las rebajas de verano «y no le gané dinero». No logra remontar a pesar de haber bajado los precios. «Ni aunque la regale me va bien», asegura. Esta comerciante dice que gana más estando en su casa que en el comercio porque las cuentas no salen sumando el importe del alquiler y los impuestos municipales. «Es muy triste todo esto, me duele mucho, he llorado mucho», afirma.

Jessica Fernández: «Noto mucha concienciación con el comercio local»

La ourensana abrió su propio negocio bien avanzada la pandemia

maría doallo

Miguel Villar

La ourensana Jessica Fernández abrió su propio negocio bien avanzada la pandemia. El 15 de octubre del 2020 subía la persiana por primera vez de Toxorosa, una tienda de ropa y complementos low-cost situada en la ciudad de As Burgas. Sabía que asumía muchos riesgos pero, a sus 32 años, después de llevar ocho en una compañía de seguros, no le quedaba motivación y decidió apostar por su sueño: «Creo que si nos paramos a pensarlo, nunca es el mejor momento para hacer nada, así que, a pesar del covid, me atreví». Cuatro meses más tarde, Jessica afirma que no se arrepiente en absoluto de su decisión: «Me cambió la vida a nivel mental y si tuviese que modificar algo sería el no haberlo hecho antes». El balance de las ventas de la tienda hasta el momento es positivo. «Noto muchísima concienciación con el comercio local. Hubo personas que hicieron en la tienda todas sus compras de Navidad y no puedo estar más agradecida», explica. Jessica achaca la buena acogida de su tienda a dos motivos: el precio, que de media no supera los 20 euros por prenda, y la novedad. «Todo el que pasa, entra. No deja de ser un rinconcito nuevo en la ciudad y la gente quiere descubrirlo, desde los vecinos de la zona hasta las personas que me conocen, claro. También nos está ayudando el boca a boca y las redes sociales», admite.

Además, Toxorosa tiene su propia web, que abrió en diciembre, en la que es posible comprar de forma online y desde cualquier parte del mundo. «Creo que en los tiempos que corren es fundamental tener este servicio. En mi caso funciona mejor la tienda física, pero lo cierto es que se van complementando», afirma Jessica. Con la falta de hostelería, que ahora está cerrada en toda Galicia, pero que en Ourense ya llevaba dos semanas con su apertura limitada hasta las 18.00 horas, en Toxorosa están empezando a notar una bajada en las ventas. «Aquí somos muy de bares y de terrazas y al no haber eso, pues ya apenas hay movimiento por la calle y eso nos está afectando», afirma. Ha adaptado el horario de la tienda a las nuevas restricciones de la Xunta y abre de 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 18.00 horas. La ourensana no pierde el optimismo: «Creo que, tarde o temprano, la pandemia terminará, así que hay que seguir luchando por lo que uno quiere».

Andreea Sorana: «El salón no me da ni 300 euros al mes»

La estilista y peluquera asegura que la crisis sanitaria está poniendo demasiados obstáculos

a. gerpe

Marcos Creo

Medio año ha transcurrido desde que la estilista y peluquera Andreea Sorana convirtió en realidad su aspiración de tener un negocio propio. El 10 de julio, cuando la primera ola del covid comenzaba a dar un respiro, la profesional inauguró en Ribeira Tutti per Loro. Había trabajado en otros establecimientos, pero la apertura del salón significaba el inicio de una andadura en solitario en la que partía de cero para labrarse una cartera de clientes. Sabía que todos los arranques son difíciles, pero la crisis sanitaria está poniendo demasiados obstáculos: «No he tenido tiempo para abrirme camino. No esperaba que resultase tan duro, y cada vez está siendo peor».

Explica que ha invertido 30.000 euros en la adecuación del establecimiento, un negocio que debería darle para pagar el alquiler mensual, las letras del banco y un sueldo. Sin embargo, la realidad está lejos: «El salón no me da ni 300 euros al mes, mientras que los gastos rondan los 2.000 euros. Mi familia me dice que si aguanto esto, triunfaré».

Andreea Sorana reconoce que ve «el panorama muy negro». «La ilusión no me la quita nadie, aunque cuando llega la noche y voy a casa mi cabeza no para», añade. Mientras pueda continuará resistiendo: «He luchado mucho para conseguir esto. A la gente que viene a la peluquería le gustan mi trabajo y el salón». Sin embargo, la precaución frente al covid motiva que muchas personas acudan a la peluquería solo cuando es imprescindible. A ello se une el hecho de que el cierre de la hostelería, la cancelación de actos sociales y de eventos familiares «motivan que la gente no tenga necesidad de acudir para hacerse un peinado o un maquillaje. No hay motivos para arreglarse tanto». 

Nuevas alternativas

Dispuesta a pelear por sacar adelante su negocio, Andreea Sorana acaba de poner en marcha un nuevo servicio: «Se trata de un saco-sauna terapéutica, son sesiones reafirmantes. Abriré nuevos caminos por el área terapéutica porque hay que intentar captar clientes. También realizaré exfoliaciones corporales». La promoción de lanzamiento de esta nueva prestación tiene un gancho para aquellas clientas que acudan con alguna amiga.

Además, Sorana realiza trabajos a domicilio: «Cuento con todos los medios para ir a las casas, comencé a raíz del covid».

En este difícil escenario para sacar adelante un establecimiento que todavía no ha cumplido su primer año de vida, la profesional critica con dureza que se mantenga el IVA en el 21 %: «¿Cuántas cabezas tengo que lavar y peinar para sacar un sueldo. El IVA no puede superar el 10 o 12 %. De todo lo que pasa por nuestras manos debemos pagar el 21 %, es una barbaridad. Vemos nuestra actividad cortada de pies y manos, pero los impuestos hay que pagarlos».

Manuel Villar: «Con la exención de impuestos llegarían a todos, y sería más justo»

Asegura que la forma escogida para ayudar al comercio «no es la correcta»

m. mosteiro

Sandra Alonso

La forma escogida para ayudar al comercio «no es la correcta», en opinión de Manuel Villar, propietario de un negocio de venta de artículos de recuerdos en el casco histórico de Santiago. Villar sostiene que «las ayudas no pueden ser concedidas por orden de llegada, como hace el Ayuntamiento, sino a todos los comerciantes. Todos estamos parados». Su propuesta es la de «la exención de la tasa de autónomos, no pasar los recibos de luz, agua, basura, el IAE, cuotas trimestrales... Cómo pueden cobrar impuestos con el negocio totalmente cerrado o a medio gas. No es normal, que yo presente la solicitud a las 00.11 del primer día en el que se abre el plazo, y otra persona, que también tiene su negocio cerrado, no lo haga hasta las ocho de la mañana y se quede fuera. No va de ser rápido, sino de justicia».

El comerciante apunta que, en el sector del suvenir, «no hay nada que demostrar. Está paralizado el turismo y no llegan peregrinos. Las tiendas están cerradas. Qué más necesitan para ayudar al sector que genera cientos de puestos de trabajo». Villar apunta que el 2020 fue «un año perdido, y el 2021 tampoco dará alegrías». Ni siquiera durante el verano, la situación fue «normal», y las ventas se redujeron mucho. Las perdidas en las tiendas dedicadas a la venta de artículos de recuerdos supera el 90 %, porque «a la época que tuvimos que estar cerrados por confinamiento, se suma que enero y febrero son siempre meses de bajón. El cierre vino en marzo, cuando se inicia la temporada; y tras un verano malo, llegó un septiembre peor, y a partir de ahí el cierre porque no hay turismo ni peregrinos». En el sector de la juguetería, en la que también tiene negocios, «la situación es mala»: «El cierre de las seis de la tarde es para que nosotros cerremos la puerta. Por la tarde no vale la pena abrir. El juguete es prescindible».

Elvira Fernández: «Las ventas aumentaron un 300 %, me faltan manos para seguir cosiendo»

Esta coruñesa encontró en plena pandemia una oportunidad que resultó un éxito para su mercería

d. garcía

MARCOS MÍGUEZ

Elvita, como conocen sus allegados y clientes a Elvira Fernández, encontró en plena pandemia una oportunidad que podía haber quedado en nada pero que resultó un éxito para su mercería de A Coruña: mascarillas y gorros con diseños de Disney.

«Fue nuestra salvación porque las ventas aumentaron un 300 %, me faltan manos para seguir cosiendo», explica sobre unos artículos que fabrica con tela sanitaria, aguantan 30 lavados y con certificados y etiquetas explicativas para tranquilidad de la clientela, a la que agradece la confianza de estos meses..

Su éxito traspasó los límites coruñeses y recibió pedidos de diferentes lugares como Barcelona, Canarias o Burgos. «Algunos de estos me felicitaron en Navidades por el servicio prestado», apunta.

El éxito no apareció de la noche a la mañana, sino que buena parte tiene que ver con su inmersión en las redes sociales. «Sobre todo una de mis hijas, que es maestra, me puso al día con Facebook e Instagram y ahora me voy arreglando, ya soy un poco más moderna y si hay problemas me ayudan», destaca.

Las mascarillas no fueron los únicos artículos con los que triunfó en plena pandemia, sino que las acompañaba de gorros quirúrgicos también con personajes de Disney y destinados a personas con problemas oncológicos.

Una vez que los pedidos de gorros y mascarillas se normalizaron, Elvita siguió buscando maneras de revitalizar el negocio y seguir cosechando éxitos. «Siempre tenemos que innovar», resume. Una de sus últimas apuestas son discos faciales reutilizables «porque hay que mirar por el medio ambiente, cuanto menos tengamos que tirar a la basura, mejor». Además, el frío le trajo otro empujón. «Empecé a promocionar una ropa alemana de lana y fue un éxito, tuve que hacer un pedido cada semana», destaca.