El gallego del Cosmos de Pelé

ADRIANA REY

FUTBOL GALLEGO

Lois Balado / Adriana Rey

Formoso, que se codeó con los Stones y ahora conduce un Uber, presentó su documental en Nueva York

30 jun 2017 . Actualizado a las 15:32 h.

Desde su casa en lo alto de una de las laderas de Hoboken, en Nueva Jersey, Santiago Formoso se despierta cada día frente a Manhattan. La isla, acariciada por el mismo océano que le vio nacer hace 63 años, sigue siendo hoy escenario de buena parte de las anécdotas que conforman su vida. Una vida repleta de éxitos que este emigrante vigués recuerda con extraordinaria modestia, a pesar de que fue él, y no Pau Gasol, el primer deportista español que ganó un Anillo de Campeón en una liga mayor norteamericana. «Sin el fútbol no hubiese llegado a ningún lado. Descubrí la sociedad de este país gracias a él», recuerda el mismo hombre cuya pasión hizo que le lloviesen ofertas de becas de las mejores universidades de EE.UU.

En Nueva York un puñado de neoyorquinos pudieron disfrutar el jueves de su historia de la mano del documental Alén do Cosmos, dirigido por Pedro Pablo Alonso. Fue él quien rescató a Formoso de un incomprensible anonimato en España: «Creo que fue un error del periodismo y yo el primero, que soy periodista deportivo, no haber resaltado que había un gallego llenando estadios tan grandes como el Bernabúu», confiesa tras presentar la cinta en el Galician Cinema & Food Festival, el mayor evento de promoción gallega en EE.UU. 

La sonrisa y un inconfundible acento gallego se instalan en su relato ligado a la historia del New York Cosmos de los años 70, uno de los conjuntos con más glamour de la historia de este deporte.

Allí estaba Formoso jugando de lateral izquierdo y compartiendo balón con Pelé, Johan Cruyff, Beckenbauer o Carlos Alberto: «Me llamaron y me dijeron: ''Santi, salimos de gira por todo el mundo. ¿Te apuntas o no?''. Ya estaba la maleta hecha».

Era la despedida de Pelé. Un mes y medio repleto de emociones con todo un virtuoso del balón. «Era una persona agradable, sencilla y muy fácil de llevar», dice de quien fue además su compañero de habitación durante un viaje a Trinidad y Tobago. «No dormí nada», cuenta entre risas.

Fue precisamente El Rey el protagonista de uno de esos momentos que hacen única la historia de Santiago: «Recuerdo el día que vino Muhammad Ali al vestuario después de una pelea en el Madison Square Garden. Verlo a él y a Pelé juntos es una imagen que se te queda grabada para siempre». A aquel instante le siguieron cientos de recuerdos en los que Formoso se codeó con auténticas leyendas en lugares tan legendarios como la discoteca neoyorquina Studio 54. Los Rolling Stones, Frank Sinatra, Liza Minnelli, Robert Redford, Al Pacino, o la familia Kennedy, todos eran parte de esa maquinaria de promoción pilotada por la todopoderosa Warner Bros, dueña del Cosmos. «Éramos compañeros de trabajo y entendíamos que era lo que teníamos que hacer para mover los millones que circulaban entonces», reconoce Santiago. «Tengo experiencias maravillosas». Como aquella que le llevó a jugar a China tras una invitación de Mao Tse Tung. Junto a ellos viajaron decenas de empresarios que aprovecharon el momento para hacer negocios en Asia.

En este sentido, el Cosmos fue un precursor de un modelo que ahora practican en el Real Madrid, o en el Manchester United. Pese al auge actual del fútbol en EE.UU., Formoso no cree que su liga pueda competir con las grandes europeas: «Les falta lo que en nuestro país sobra; que los chavales se junten para echar un partido en la calle o en la playa».

Pasados los años y tras la primera fiebre del soccer, Formoso colgó las botas. Fue entonces cuando se reinventó y cambió el balón por el volante de un taxi: «Sabía dónde comían los millonarios, o dónde los banqueros jugaban al tenis. Ellos eran los que hacían trayectos largos». 

Es así cómo se gana la vida Santiago. Una vida que comparte junto a sus hijos y su mujer Francine, y donde dos cosas siguen estando muy presentes. La primera es el fútbol: «No me importa quien lo juegue con tal de poder disfrutarlo», dice tras confesarse «blanco». Y la segunda es Galicia: «Soy más gallego que nada», presume a pesar de sus 48 años viviendo en la otra orilla del Atlántico.